Publicado en El Argentino y en BAE el 27 de agosto de 2008
Resabios de la invasión colonizadora
¿Quién firmó el Informe del Banco Central de España? ¿Marsans? Es lo primero que se nos vino a la cabeza al enterarnos de la mala nota que nos dedicaron los financistas del estado español. No nos anima devolver este verdadero golpe bajo que nos propinaron al mandarnos al descenso en la tabla de confiabilidad, porque desde estas orillas tenemos la necesaria madurez para ayudar a preservar el respeto mutuo y la amistad que, creemos, nos une con España. Pero sinceramente después de lo acontecido en los años noventa con aquellos países y empresas extranjeras que usufructuaron nuestro patrimonio nacional a partir de las rodillas peladas de Ménem, nos parece al menos obsceno que no guarden silencio y respeto ante un gobierno argentino que vuelve a recuperar para su país la soberanía sobre nuestro territorio y sobre lo que sobre él está plantado. Indigna aún más saber que algunos de esos países prohijaron, de manera directa o indirecta, a los empresarios que arribaron a nuestras costas quizás no con la cruz y la espada pero sí con las valijas vacías para llenarlas con el producto de nuestros esfuerzos, dejándonos luego tierra arrasada antes de regresar al Puerto de Palos. Por eso decíamos en los noventa, aquellos que siempre nos opusimos al neoliberalismo y sus consecuencias, que asistíamos a la segunda invasión colonizadora desde allende los mares. Ojalá sea el propio gobierno del presidente Zapatero quién salga a corregir esta desmesura publicada aquí con tantos fuegos artificiales por parte de algunos medios locales explícitamente colonizados.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, mientras tanto, volvió a reafirmar el modelo de desarrollo y crecimiento del gobierno. Lo hizo desde la provincia del Chaco y en la inauguración de una nueva línea de producción automotriz. Interesa de sus palabras resaltar esta frase: “Nunca nos van a perdonar nuestra política de derechos humanos”. Es que estamos convencidos que atrás de muchas de las acciones de la oposición, en su más ancho alcance, se esconde el verdadero propósito de ponerle un freno a la política del gobierno en torno a los juicios a los genocidas pero sobre todo a las ondas expansivas que genera esta política que trae justicia allí donde mandó la impunidad, trae memoria donde reinó el olvido y por sobre todo, quizá sea lo más importante, construye futuro, consolida las instituciones, reconstruye la república perdida en épocas de terrorismo de estado y, mal que nos pese, en la propia democracia. La Argentina, hay que decirlo, no esperó ni treinta ni cuarenta años para develar y juzgar nuestros propios horrores. Allí donde hay heridas, la justicia las empezó a reparar más temprano que tarde, con más y mejor justicia. ¿Cómo decirnos entonces que no somos previsibles?
Pareciera que algunos referentes de la vieja política, de acá y de afuera, siguen creyendo que la mayor calidad institucional de un país como el nuestro, debiera estar asociada con la estética de sus instituciones, con los modales y las formas “políticamente correctas” de su dirigencia, y se sienten defraudados, cuando no asustados, al comprobar que este modelo refrendado por el voto popular apuesta, incluso con sus claroscuros, a fortalecer la institucionalidad con la distribución equitativa de la riqueza, con la recuperación de nuestro patrimonio allí donde las circunstancias manden, siendo inflexibles a la hora de echar luz sobre el mundo de las tinieblas que vamos dejando atrás.
No fue ni será fácil recorrer el tramo largo que falta para consolidar este modelo. Quizás sí facilite y ordene el análisis, el mapa político que de a poco se va configurando con los opositores que empiezan a alinear sus planetas en torno a las alianzas políticas e ideológicas que eran de suponer. En este marco deberá entenderse, por ejemplo, el coqueteo público entre Eduardo Buzzi y el ex senador Duhalde o las correrías de Alfredo De Angelis con Macri, con Ménem y con Carrió. Era hora. No hay nada más pernicioso para la democracia que transformar el genuino devenir de la política en un baile de máscaras. Es de esperar entonces que los dirigentes que hacen política desde la oposición no se escondan atrás de las faldas de ningún conflicto de intereses sino que se muestren con sus verdaderos rostros. Es muy saludable que perfilen y expongan sus propuestas ante la sociedad. Pero es imprescindible que comprendan de una vez, que en democracia cabemos todos, menos los intolerantes y los autoritarios.
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