Publicado el 10 de agosto de 2008 en Miradas al Sur
Después del largo conflicto con los patrones del “campo”, el Gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner avanza decididamente en la construcción y consolidación de un modelo de estado, de nación y de sociedad, representando a una buena parte de la población que considera éste un modelo justo, democrático, soberano y equitativo. Es oportuno reafirmar que después de décadas de destrucción de la política como herramienta de cambio, fue el ex presidente Néstor Kirchner, quien reconstruyó la autoridad presidencial y el rol activo del Estado en los asuntos considerados como propio y exclusivo del “mercado”. Estamos, entonces, en una nueva etapa signada por la reconstrucción del valor de la política como columna del andamiaje institucional de la democracia representativa.
En el mencionado conflicto, el voto de Cobos terminó por arbitrar a favor de los sectores que por variadas razones políticas, económicas, ideológicas, se oponen al rumbo elegido por el Gobierno. Pero en verdad el voto por sí o por no al proyecto oficial sustentado en la resolución 125, fue la forma que adquirió la puja por la distribución de la riqueza en estos últimos largos meses. Para decirlo de otro modo: los argentinos tenemos hoy un gobierno que vuelve a expresar institucional y políticamente un modelo de país autónomo, dejando atrás una época signada por gobiernos neoliberales donde la “economía” era la metáfora mediática que usaban para hacer política en contra de los intereses de las mayorías populares.
Ya nadie puede confundirse: mientras hayan pujas en favor de la equidad social por parte del Estado, seguirán habiendo tensiones políticas. A veces se resolverán en el sentido de la equidad y otras, como en el Senado, en sentido contrario. De un lado opera un Gobierno que expresa los intereses de un estado soberano y una más justa redistribución de la riqueza; del otro, operan los sectores del poder que no resignan un ápice de sus ganancias y buscan impedir todo avance del modelo gobernante. La derecha política tiene en claro su lugar y se vale de cuanto aliado y forma de presión le permita la coyuntura. El dilema se le presenta a muchos de los que aún se dicen “progresistas”. La flecha está en el aire. Cada uno elige su destino.
Después del largo conflicto con los patrones del “campo”, el Gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner avanza decididamente en la construcción y consolidación de un modelo de estado, de nación y de sociedad, representando a una buena parte de la población que considera éste un modelo justo, democrático, soberano y equitativo. Es oportuno reafirmar que después de décadas de destrucción de la política como herramienta de cambio, fue el ex presidente Néstor Kirchner, quien reconstruyó la autoridad presidencial y el rol activo del Estado en los asuntos considerados como propio y exclusivo del “mercado”. Estamos, entonces, en una nueva etapa signada por la reconstrucción del valor de la política como columna del andamiaje institucional de la democracia representativa.
En el mencionado conflicto, el voto de Cobos terminó por arbitrar a favor de los sectores que por variadas razones políticas, económicas, ideológicas, se oponen al rumbo elegido por el Gobierno. Pero en verdad el voto por sí o por no al proyecto oficial sustentado en la resolución 125, fue la forma que adquirió la puja por la distribución de la riqueza en estos últimos largos meses. Para decirlo de otro modo: los argentinos tenemos hoy un gobierno que vuelve a expresar institucional y políticamente un modelo de país autónomo, dejando atrás una época signada por gobiernos neoliberales donde la “economía” era la metáfora mediática que usaban para hacer política en contra de los intereses de las mayorías populares.
Ya nadie puede confundirse: mientras hayan pujas en favor de la equidad social por parte del Estado, seguirán habiendo tensiones políticas. A veces se resolverán en el sentido de la equidad y otras, como en el Senado, en sentido contrario. De un lado opera un Gobierno que expresa los intereses de un estado soberano y una más justa redistribución de la riqueza; del otro, operan los sectores del poder que no resignan un ápice de sus ganancias y buscan impedir todo avance del modelo gobernante. La derecha política tiene en claro su lugar y se vale de cuanto aliado y forma de presión le permita la coyuntura. El dilema se le presenta a muchos de los que aún se dicen “progresistas”. La flecha está en el aire. Cada uno elige su destino.
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