(Jorge Giles, publicado el 29 de agosto de 2008 en BAE)
Continúa el fuego a granel contra los movimientos que realiza el gobierno nacional. Desde las azoteas de algunos grandes medios, los próceres blindados del periodismo autodenominado“independiente” disparan ríos de prosa inflamada en el vano intento de ablandar las posiciones del oficialismo y del arco social que lo acompaña. El objetivo es convencer que el gobierno perdió el rumbo y la iniciativa política, que está cercado e incluso que sus días están contados. No estamos interpretando sino repitiendo conceptos que se desgranan a menudo en conocidos diarios, radios y pantallas de la TV. Obviamente, se siguen valiendo de esa difusa infantería expresada en Carrió, De Angelis, Buzzi, Macri, Menem y Duhalde, entre otros. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en tanto, profundiza su gestión en favor de los Jubilados, recupera Aerolíneas Argentinas, instruye al Secretario de Agricultura y al titular de la ONCCA en la solución de problemas de fondo para la tierra y los que genuinamente la trabajan, preside encuentros masivos con ciudadanos y ciudadanas de todo el país, respalda los juicios contra los delitos de lesa humanidad, apuntala las inversiones estratégicas y consolida con sus pares presidenciales la unidad de la región sudamericana. No obstante y en medio de este escenario, se suceden los interrogantes de algunos sectores. Legítimos algunos, malintencionados otros.¿La iniciativa política sigue siendo del Gobierno? ¿El Gobierno ganará las elecciones parlamentarias del 2009? ¿La actitud destituyente sigue su marcha? ¿El Gobierno está debilitado? ¿Estamos aislados internacionalmente?Intentemos bosquejar una posible respuesta desde una mirada que se pretende tan rigurosa como alentadora en clave democrática. Los datos objetivos que se suceden a diario nos llevan a sostener que la agenda política, esa agenda que hace mover a todos los actores al mismo tiempo y compás, la sigue escribiendo el gobierno nacional. Aún sufriendo el revés del voto senatorial en contra de la redistribución de la riqueza, es innegable que la lista de iniciativas sobre las que discute todo el arco político, para acompañar o para oponerse, las escribe el gobierno. No hubo ningún escenario en el que haya sido la oposición la que impuso el temario, es decir, la iniciativa política. Pensemos que eso es muy bueno para la salud del sistema democrático y no sólo para el elenco gobernante.Sumemos ahora dos datos muy significativos de la voluntad política que pueden ayudarnos a entender esta coyuntura: una, el gobierno no cayó en ninguna anomia, inacción o estampida; dos, no arrió las banderas que le dan tonicidad, textura, color y vida al proceso de cambio iniciado allá por mayo del 2003. Dicho de otro modo, demostró a propios y extraños que no es éste un gobierno que ante los primeros truenos esconde la cabeza como un avestruz ni sale por los techos en desbandada ni resigna su línea argumental principal para rendirse y asimilar los argumentos de aquellos adversarios que pretenden el regreso al pasado. Observemos también lo que ocurre en el campo antigubernamental y veremos con toda evidencia que la oposición no logra ordenar sus filas ni vertebrar una orientación clara y convocante que perdure en el imaginario social. Embiste espasmódicamente a los sopapos contra todas las iniciativas del gobierno pero sin construir los elementos esenciales para cualquier espacio político que pretende ser factor de recambio: no tiene iniciativa ni puede cuajar una dirigencia que se muestre unificada en torno a propuestas superadoras. Están siempre enojados y actúan sólo por reacción, montándose sobre cualquier posible chispa que encuentren en su derrotero. Demuestran que no tienen fuego propio, por eso usan el incendio que provocan otros para encender los débiles faroles con que se alumbran. Así sucedió con el lockout de la patronal rural. Y así suceden sus días atrapando en el aire los titulares que le escriben Joaquín, Mariano, Magdalena y tantos otros escribas ilustrados.Al sólo efecto de ordenar el análisis, nos arriesgamos a trazar a modo de hipótesis la persistencia cualitativa de esta oposición fragmentada, por un lado y por otro, el crecimiento de la valoración social hacia el gobierno. La productividad y sostenimiento de la iniciativa política oficial junto al acompañamiento de amplios sectores populares, en cualquier circunstancia son una carta ganadora. Se sabe, la sociedad, la política, el que trabaja y el que busca trabajo, el ama de casa, el hombre que está solo y espera, todos detestan el vacío.Claro, la historia contemporánea nos alecciona y alerta sobre el “modus operandi” de ciertos factores de poder. Ellos seguirán posiblemente su labor corrosiva para impedir que este proceso de cambio siga avanzando.La dialéctica, esa vieja dama digna, deberá ayudarnos a contextualizar paso a paso el escenario político, para analizar objetivamente los sectores en pugna, los intereses que se contraponen y están en permanente movimiento. De no analizarlo así corremos el riesgo de calificar de manera estanca los factores que pugnan dialécticamente por alcanzar sus objetivos. En este marco se deberían juzgar los aciertos y los errores cometidos por el gobierno para no ser presos de esta incertidumbre que hoy pintan algunos comunicadores en el afán de conquistar tres objetivos: opacar la vitalidad del gobierno, espantar y atemorizar determinados sectores medios y disimular el dato odioso pero innegable de una oposición que expresa la mortecina y ajada representación de lo viejo de la política, lo más desgastado, lo que ya gobernó y nos llevó al caos. Lo nuevo quizá aun no termina por nacer, pero lo viejo, viejo seguirá. Salvo que pensemos que el futuro se volvió piantao y se parezca a Duhalde o Carrió, la misma que predijo una y mil veces un Apocalipsis para el mes de junio. Felizmente, estamos terminando agosto y la primavera se despereza ya en el horizonte.
Continúa el fuego a granel contra los movimientos que realiza el gobierno nacional. Desde las azoteas de algunos grandes medios, los próceres blindados del periodismo autodenominado“independiente” disparan ríos de prosa inflamada en el vano intento de ablandar las posiciones del oficialismo y del arco social que lo acompaña. El objetivo es convencer que el gobierno perdió el rumbo y la iniciativa política, que está cercado e incluso que sus días están contados. No estamos interpretando sino repitiendo conceptos que se desgranan a menudo en conocidos diarios, radios y pantallas de la TV. Obviamente, se siguen valiendo de esa difusa infantería expresada en Carrió, De Angelis, Buzzi, Macri, Menem y Duhalde, entre otros. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en tanto, profundiza su gestión en favor de los Jubilados, recupera Aerolíneas Argentinas, instruye al Secretario de Agricultura y al titular de la ONCCA en la solución de problemas de fondo para la tierra y los que genuinamente la trabajan, preside encuentros masivos con ciudadanos y ciudadanas de todo el país, respalda los juicios contra los delitos de lesa humanidad, apuntala las inversiones estratégicas y consolida con sus pares presidenciales la unidad de la región sudamericana. No obstante y en medio de este escenario, se suceden los interrogantes de algunos sectores. Legítimos algunos, malintencionados otros.¿La iniciativa política sigue siendo del Gobierno? ¿El Gobierno ganará las elecciones parlamentarias del 2009? ¿La actitud destituyente sigue su marcha? ¿El Gobierno está debilitado? ¿Estamos aislados internacionalmente?Intentemos bosquejar una posible respuesta desde una mirada que se pretende tan rigurosa como alentadora en clave democrática. Los datos objetivos que se suceden a diario nos llevan a sostener que la agenda política, esa agenda que hace mover a todos los actores al mismo tiempo y compás, la sigue escribiendo el gobierno nacional. Aún sufriendo el revés del voto senatorial en contra de la redistribución de la riqueza, es innegable que la lista de iniciativas sobre las que discute todo el arco político, para acompañar o para oponerse, las escribe el gobierno. No hubo ningún escenario en el que haya sido la oposición la que impuso el temario, es decir, la iniciativa política. Pensemos que eso es muy bueno para la salud del sistema democrático y no sólo para el elenco gobernante.Sumemos ahora dos datos muy significativos de la voluntad política que pueden ayudarnos a entender esta coyuntura: una, el gobierno no cayó en ninguna anomia, inacción o estampida; dos, no arrió las banderas que le dan tonicidad, textura, color y vida al proceso de cambio iniciado allá por mayo del 2003. Dicho de otro modo, demostró a propios y extraños que no es éste un gobierno que ante los primeros truenos esconde la cabeza como un avestruz ni sale por los techos en desbandada ni resigna su línea argumental principal para rendirse y asimilar los argumentos de aquellos adversarios que pretenden el regreso al pasado. Observemos también lo que ocurre en el campo antigubernamental y veremos con toda evidencia que la oposición no logra ordenar sus filas ni vertebrar una orientación clara y convocante que perdure en el imaginario social. Embiste espasmódicamente a los sopapos contra todas las iniciativas del gobierno pero sin construir los elementos esenciales para cualquier espacio político que pretende ser factor de recambio: no tiene iniciativa ni puede cuajar una dirigencia que se muestre unificada en torno a propuestas superadoras. Están siempre enojados y actúan sólo por reacción, montándose sobre cualquier posible chispa que encuentren en su derrotero. Demuestran que no tienen fuego propio, por eso usan el incendio que provocan otros para encender los débiles faroles con que se alumbran. Así sucedió con el lockout de la patronal rural. Y así suceden sus días atrapando en el aire los titulares que le escriben Joaquín, Mariano, Magdalena y tantos otros escribas ilustrados.Al sólo efecto de ordenar el análisis, nos arriesgamos a trazar a modo de hipótesis la persistencia cualitativa de esta oposición fragmentada, por un lado y por otro, el crecimiento de la valoración social hacia el gobierno. La productividad y sostenimiento de la iniciativa política oficial junto al acompañamiento de amplios sectores populares, en cualquier circunstancia son una carta ganadora. Se sabe, la sociedad, la política, el que trabaja y el que busca trabajo, el ama de casa, el hombre que está solo y espera, todos detestan el vacío.Claro, la historia contemporánea nos alecciona y alerta sobre el “modus operandi” de ciertos factores de poder. Ellos seguirán posiblemente su labor corrosiva para impedir que este proceso de cambio siga avanzando.La dialéctica, esa vieja dama digna, deberá ayudarnos a contextualizar paso a paso el escenario político, para analizar objetivamente los sectores en pugna, los intereses que se contraponen y están en permanente movimiento. De no analizarlo así corremos el riesgo de calificar de manera estanca los factores que pugnan dialécticamente por alcanzar sus objetivos. En este marco se deberían juzgar los aciertos y los errores cometidos por el gobierno para no ser presos de esta incertidumbre que hoy pintan algunos comunicadores en el afán de conquistar tres objetivos: opacar la vitalidad del gobierno, espantar y atemorizar determinados sectores medios y disimular el dato odioso pero innegable de una oposición que expresa la mortecina y ajada representación de lo viejo de la política, lo más desgastado, lo que ya gobernó y nos llevó al caos. Lo nuevo quizá aun no termina por nacer, pero lo viejo, viejo seguirá. Salvo que pensemos que el futuro se volvió piantao y se parezca a Duhalde o Carrió, la misma que predijo una y mil veces un Apocalipsis para el mes de junio. Felizmente, estamos terminando agosto y la primavera se despereza ya en el horizonte.
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