Hay veces que la historia de los
pueblos se resume en un instante preciso y en un mismo lugar.
Fue hace pocos días en el Museo
Malvinas, el que fue construido por decisión de la presidenta sobre la tierra
herida y doliente de la Ex ESMA.
Ofelia, con sus ochenta largos,
avanza a pasos calculados para no tropezar en su camino hacia donde estaban las
Madres de Plaza de Mayo esperando el momento del homenaje que allí recibirían.
Hebe, también con sus ochenta largos,
la ve venir, la abraza y se abrazan todas como si fueran niñas reencontradas en
el patio del recreo en una escuela de La
Plata.
Menos Ofelia, todas llevan el pañuelo
blanco sobre sus cabezas.
De pronto hace su entrada Andrés “Cuervo”
Larroque y todas se vuelven a abrazar y a reír como viejos compinches que se
escapan a la siesta para ir a jugar a la vereda. Después de todo, es el Espacio
de la Memoria y los Derechos Humanos.
Hay música en el ambiente, variada y
linda música.
Un Granadero hace ritmo con sus altas
botas negras, mientras la banda musical agita el viento y hace balancear el
avioncito de Fitzgerald colgado del techo del Museo.
Miro la escena y pienso emocionado:
“De aquí ya no se vuelve”.
Todas esas mujeres compañeras de
Hebe, perdieron a sus hijos en las manos sangrientas de los genocidas, civiles
y militares, de la última dictadura.
Ofelia, en cambio, es madre de la
presidenta que al igual que su marido, el presidente Néstor Kirchner, reparó
con justicia tanto dolor causado a esos compatriotas muertos, torturados,
exiliados, encarcelados y desaparecidos, muchos de los cuales fueron sus
compañeros de militancia en los años setenta.
Todo ocurre en el domicilio de la
Causa Malvinas. Y como si fuera poco se suma Vicky Cabo, la hermana de Dardo,
el jefe de aquel operativo “Cóndor” que aterrizó en Malvinas con las 7 banderas
de las cuales una exhibe su proeza en el Museo.
“La historia reparada”, pienso,
mientras musito por lo bajo por esas cosas del pudor: “Tenemos patria, tenemos
patria”.
Ninguna ofensa a nadie. Ningún
insulto se escucha en esa tarde de homenajes y despedida del año. Ningún
desmadre. Hay tanto dolor acumulado allí por cada metro cuadrado que alcanzaría
para hacer un mar de lágrimas y espanto y sin embargo no deviene ni un
centímetro en rencor, sino en muestras de amor y más amor.
“Te recuerdo Amanda” canta en el
Museo el maravilloso coro del ECUNHI y Roberto
Caballero se refriega los ojos y lloramos todos, mientras los pibes de los
barrios entregan sus regalos a las Madres.
Y tanto amor tenía que producir otro
milagro: Hebe, con sus ochenta largos y sus pasos cortos andando con un
andador, se pone de pie y empieza a bailar al compás de los bombos y los
clarinetes que acompañan las consignas que entonan los pibes de La Cámpora.
Hebe ya no baila sola. Hebe baila con todos y todos la aplauden y siguen
llorando de emoción mientras la ven pasar entre el Gaucho Rivero y Luis Vernet
y el acordeón nostalgioso de un ex combatiente de Malvinas.
Javier, hijo de Paco, el que supo ser
Urondo para todos los tiempos, acerca una copa y brindamos juntos. “Por la
vida” dicen las Madres y repetimos todos: “Por la vida”. Y está todo dicho.
Tristán Bauer y María Rosenfeldt se
acercan y me dicen temblorosos de emoción: “Guardemos este momento en algún
lugar del museo”.
Claro que sí. Hay que guardarlo como
un mojón del alma colectiva, porque cada vez que reímos y bailamos es una
batalla cultural ganada a tanta tristeza compartida, la que nos viene de antaño
y la honda tristeza más reciente, cuando Néstor partió no sé hacia dónde,
aunque sigamos cantando por los siglos de los siglos que no se morirá
jamás.
Chachi Velázquez entrega una carta de
Alicia Kirchner y el aire vuelve a llenarse de consignas.
Teresa Parodi habla y nos volvemos a
emocionar. La ternura aletea por aquí y por allá.
El ex combatiente, Ernesto Alonso,
habla y ríe a carcajadas con un
militante kirchnerista que ahora tiene su edad cuando él combatió en
Malvinas.
A este país de amor se lo puede tocar,
acariciar, invitarlo a bailar como baila Hebe.
Cabe una pregunta inocente en el Día
de los Inocentes: ¿Al país de Magnetto se lo podrá encontrar fuera de los
albañales del odio y de la cría que dejó la dictadura?
Nos estamos yendo hasta el año que
viene y el balance se resume en aquella tarde junto a Hebe, Ofelia, los pibes y
la Causa Malvinas.
Dos proyectos de país se vienen
enfrentando desde hace ya dos siglos. Pero se ven la cara recién en estos
últimos años.
El que expresa y representa la injusticia
y la exclusión, la dependencia y la entrega del patrimonio de los argentinos,
la subordinación política a los poderes corporativos, ese poder que archiva en
su madriguera tanto olor a muerte, ese poder financiero que con sólo dar una
orden por control remoto hace estallar países por el aire, ese poder es el que
quiso la violencia para este final de año.
Y no pudo.
El proyecto del que formamos parte
tiene la guardia en alto porque los conoce bien y en el cuero propio. Pero eso
no impide que bailemos festejando una nueva victoria, y no esta última victoria, sino la que se aproxima a pasos
agigantados.
A diferencia de otros tiempos y de
otros países hermanos, la Argentina no tiene una grieta social como quisieron
vendernos. Hay remeras con la cara de Néstor y Cristina, de Hugo Chávez y
Fidel, del Che Guevara y las Malvinas, ¿alguien vio una remera con la cara de
Magnetto, el verdadero jefe opositor?
Suben las ventas en los comercios
grandes, medianos y pequeños, las rutas se llenan con 2 millones de turistas
presurosos por un cacho de playa o de montaña, la radio informa que subieron
las reservas del Banco Central a 31 mil millones de dólares y que las naftas
bajarán el 5 % a partir de enero, el cielo de la noche navideña se llena de colores,
los vecinos levantan sus copas de vereda a vereda, los violentos estarán
mordiendo el freno en sus aguantaderas.
Ha ganado el sentido común de los
argentinos y la paz social es su mejor custodia.
El año que llega será mucho mejor
todavía.
Hay proyecto de patria para rato.
Miradas al Sur, domingo 28 de
diciembre de 2014
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