La opereta del desgaste contra Cristina está en pleno
desarrollo.
La falta de propuestas
alternativas de la oposición, explica las operaciones judiciales de la prensa
hegemónica.
¿Qué país seríamos si
en plena dictadura los medios de comunicación y la justicia hubiesen denunciado
con esta misma fiereza que hoy emplean contra Cristina, los asesinatos a
mansalva tras el manto impune de seudo “enfrentamientos con la subversión”?
¿Y qué país seríamos,
Margarita, si en plena democracia los que hoy conforman el circense arco
opositor hubiesen denunciado con la misma pasión con que hoy denuncian a la
Presidenta, el enriquecimiento de lesa humanidad de los empresarios mediáticos
que se quedaron con Papel Prensa en la dictadura cívico-militar?
Uno los ve penosamente
deambular por los estudios de TN cual si fuesen los fiscales del juez Griesa y
los fondos buitres y entonces sabe que ya no podrán redimirse de tamaña ofensa
al honor nacional.
Estamos transitando el
desfiladero donde se dirime la suerte del proyecto de país que queremos para
los próximos cien años.
Los enemigos del pueblo
saben que es así y por eso tanta rabia y desmadre y tanta desvergüenza para
atacar la figura presidencial y la de nuestro Néstor querido y la de sus hijos
y la de su familia y la de millones de pibes que la quieren y valoran por lo
que supo jugarse por los argentinos. En particular, por los más humildes.
Pero aunque nos
enseñaron que ni las guerras clásicas ni los conflictos fronterizos focalizados
ni los antagonismos políticos o religiosos se ganan con argumentos sino con
relaciones de fuerzas favorables, el amplio y complejo espacio popular del que
formamos parte está obligado ante la historia a esgrimir hechos y argumentos
todos los días del año. La memoria que pregonamos es, al fin de cuentas, el
permanente ejercicio de la verdad y la justicia.
Es la política, la
única arma que nos es permitida usar en democracia.
Allí y sólo allí habitan
nuestros argumentos.
Ahora bien, con esos
tipos de enfrente no hay reconciliación posible. Ellos vendrán por todo si la
suerte electoral les abriera una rendija. Vendrán por la ley de medios, por la
AUH, por la ley de matrimonio igualitario, por la jubilación estatal, por las
reservas monetarias, vendrán por todo. ¿O acaso no intentaron ejecutar en estos
últimos años todas las maniobras sediciosas del manual de operaciones de la
derecha antidemocrática, la del país, la de la región y la del mundo?
Corridas bancarias,
alzamientos policiales, parodias de piquetes, embargo de la Fragata “Libertad”,
campañas devaluatorias, paros anti obreros como los del transporte esta semana,
amenazas de desacatos de los fondos buitres de adentro y de afuera y todo
salpimentado por mil operaciones de prensa contra el gobierno y el proyecto de
país que representa.
La novedad histórica no
es cómo actúa esa derecha aquí y a nivel planetario.
Lo novedoso, lo
innovador, lo transgresor, lo nuevo es la conducta firme de una Presidenta que
sostiene la pulseada y ella también va por más junto al latido de su pueblo.
Habrá que saber acertar
con el registro comunicacional de esa pulsión de vida, so pena de dejarse
arrebatar el vocablo “cambio” por los que mueven la palanca de cambios sólo
marcha atrás. Cristina es el cambio. Y quien la suceda en su nombre deberá
seguir su huella para no errar el camino.
De eso se trata esta
batalla cultural con doble llave de entrada:
1.- Por las
transformaciones que produjo en la estructura productiva del país y
2.- Porque a diferencia
de otros gobiernos populares que lo antecedieron, el de Cristina construye
memoria colectiva explícita, en los barrios, en las escuelas y universidades,
en los nuevos museos y centros culturales, en las vacunas incorporadas, en los
nuevos textos literarios, en el redescubrimiento de la verdadera historia, en
estimular desde el Estado y desde el pueblo una cultura del Bicentenario.
Nos estamos acercando
aceleradamente al nudo de la cuestión histórica. Y eso es bueno, aunque nos de
vértigos. Es decir, como sociedad, mayoritariamente, estamos empezando a
descubrir que ni el neoliberalismo ni el proyecto nacional y popular son tan
sólo modelos económicos en pugna. Son dos cosmovisiones sociales y culturales
antagónicas. En una, el neoliberalismo del mercado que pregonan los opositores
que viven angustiados por “la inflación”, el valor del dólar y el no endeudamiento
en el mercado de capitales, toda salida de la presunta crisis empieza por
recetar la exclusión social, el endeudamiento externo, el enfriamiento de la
economía y el recorte del “gasto social” por parte del Estado.
En otra, el modelo nacional, la inclusión social y la
soberanía ordenan el horizonte, el presupuesto del Estado y las políticas de
ensanchamiento y profundización de la democracia.
En definitiva, eso es
el Kirchnerismo.
América Latina alumbra
el nuevo siglo en un mundo occidental que se cae a pedazos. Depende de esta
generación, de estos gobiernos populares, de esta juventud activa y
participativa en la cosa pública, que la oportunidad histórica no se nos escape
de las manos. Para que ello no ocurra hay que prepararse para ganar las
próximas elecciones y seguir profundizando el proyecto que hoy gobierna en la
región y en particular en la Argentina.
El futuro que promete
lo más viejo del mundo es la policía de los EE.UU. asesinando a un niño de 12
años que portaba un arma de juguete y a un joven afroamericano desarmado y son
las altas tasas de desempleo creciente en Europa y en los EE.UU.
Hay que desmarcarse de
ese futuro consolidando este presente que vivimos.
No son “despropósitos”
sino operaciones políticas los allanamientos a
edificios buscando encontrar presuntas “bóvedas”, presuntas “cajas”,
presuntos “papeles”.
Con semejante odio y si
pudieran, allanarían el alma del proyecto kirchnerista.
¿Acaso no allanaron y
ultrajaron los féretros de Evita y de Perón?
Se equivocan de nuevo.
El honor de Cristina
tiene su residencia en las casas del pueblo.
Tendrán que allanarlas
a todas, señor juez.
Miradas al Sur, domingo 30 de noviembre de 2014
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