Aclaremos de entrada nomás que para
nosotros el único “candidato natural” del Kirchnerismo se llama Cristina
Fernández de Kirchner.
Pero como la legislación vigente
impide al pueblo votarla, el Kirchnerismo deberá construir, para triunfar, un
candidato que lo pueda expresar con meridiana claridad.
Como fuerza política democrática, el
Kirchnerismo podrá ganar o perder elecciones.
Lo que no está en su ADN ni en su
hoja de ruta es la posibilidad de perder o licuar su identidad.
Tener en claro este apotegma ilumina cualquier
análisis que se haga sobre el porvenir que nos espera en el horizonte electoral
del 2015.
Ahora que ya votó Brasil, nos toca a
nosotros.
Por eso hay un bullicio que crece por
adentro y por afuera del amplio espacio kirchnerista.
Aunque el único apuro en este lío lo
tiene la oposición que no da pie con bola en ninguna de sus variantes.
Son ellos, los opositores con
Magnetto al frente, los que están desesperados por inventarse una carta para
poder entrar en el juego democrático electoral.
Calma: el candidato Kirchnerista saldrá
de las PASO el año que viene.
Seguramente antes, la conducción del
proyecto nacional, o sea Cristina, tendrá mucho para decir.
Pero ya ronda una convicción
colectiva: quien la suceda viene para profundizar el proyecto, no para frenarlo.
En este marco, el Kirchnerismo
debería instalar un candidato propio que garantice coherencia y consecuencia
con el camino que iniciara Néstor Kirchner y hoy conduce Cristina; que crezca
en la instalación pública y en la intención de votos.
Los tiempos de la etapa los decide la
conducción.
Que nadie se haga los rulos: pensar
en ir a la elección encabezados por un candidato salido del formato noventista,
sólo es garantía para la desesperanza y la incertidumbre.
Además, el Kirchnerismo siempre fue
transgresor, jamás posibilista. Se atrevió a encarar las empresas más difíciles
con 2 $ en el bolsillo. Si hoy saliera de ese carril, se desnaturalizaría en
menos que canta un gallo.
O sea.
Lo peor que le podría pasar al
Kirchnerismo no sería perder con Macri o con Massa, sino ir a elecciones con un
candidato que se pareciera a esos dos.
De ganar así, incluso, se compararía
un boleto de ida a una crisis generalizada en la cima del poder político del
próximo gobierno.
Y de perder así, sólo habría
reproches y desmoralización. Y se sabe: uno puede perder con lo propio, pero
nunca con lo ajeno o con lo que le vino prestado.
La derecha, la que tiene intereses de
clase, ideología y herramientas suficientes para bancar esa ideología, sufre su
hora más angustiosa en los últimos cien años: no logra aferrarse al terreno
donde se disputa poder en democracia.
Es que cuando confrontan dos proyectos
de país, como en este caso, los contendientes buscan hacer pie en una playa de
desembarco para alcanzar desde allí la conquista de la colina. Es decir, de la
hegemonía en disputa.
Si no tenés un punto de apoyo, no
será posible activar la palanca para transformar la realidad.
El Kirchnerismo construyó una enorme playa
de inclusión social allí donde antes sólo había exclusión y desesperanza y
tiene en la juventud movilizada, el más importante sujeto social de
cambio.
La derecha, en cualquiera de sus
versiones, no logró hasta hoy encontrar un agarre al terreno para poder derrotar
a su adversario.
Con otro agravante: las políticas
sociales y culturales del oficialismo empiezan a demostrarse partes de un nuevo
sentido común. Es la única explicación del cambio de opinión acerca de lo que
es “derogable” y lo que no, según esa derecha.
Mantendrían algunas partes del
proyecto kirchnerista, dicen, habida cuenta del alto costo que tendrían que afrontar
si derogaran la AUH, Fútbol para Todos o la Jubilación estatal.
Como si fuera posible salvar un brazo
o una pierna del cuerpo, mutilando el proyecto de país que nos gobierna desde
el 2003.
¿Podrá Magneto y compañía encontrar
en los próximos meses el candidato que le posibilite alcanzar esa playa de
desembarco, con representatividad y votos propios?
Todo indica que no; que están en un
serio problema, habida cuenta de la ristra de derrotas electorales sufridas por
la derecha en toda América Latina.
¿Qué harán entonces?
Creemos que seguirán horadando la
confianza pública en la Presidenta y en su gobierno. Al menos lo intentarán.
Mentirán. Difamarán. Provocarán. Escandalizarán.
Con un movimiento de pinzas buscarán
agrietar el espacio social que acompaña al gobierno ya que su deseo inconcluso
sigue siendo construir ese punto de agarre al terreno que les hace falta
imperiosamente.
O sea.
Balurdo financiero, más balurdo
callejero.
Si se le facilitara a la derecha, desde
el “adentro” del campo nacional, desembarcar a una hipotética confrontación
electoral a través de candidatos que siempre fueron condescendientes con los
poderes fácticos y monopólicos, la derrota y la fragmentación social estará a
la vuelta de la esquina.
Brasil demuestra que la derecha no olvida
ni perdona.
Por eso el mundo financiero reaccionó
tan rabiosamente con la victoria de Dilma.
Si tuvieran una luz de distancia a su
favor, pasarían a degüello todas las conquistas sociales realizadas a costa de
la distribución más equitativa y justa del ingreso. En consecuencia, los
gobiernos populares de la región, deberían apurar el ritmo de la profundización
de sus respectivos proyectos transformadores.
Es ahora o nunca.
Repasemos.
El candidato del Kirchnerismo, en
este marco conceptual, será aquel que exprese el más amplio espacio de unidad
nacional, desde (y sólo desde) la centralidad del proyecto político que
representa Cristina.
Descentralizar ese eje de
representación política, sería como viajar sobre un rodado sin volante.
No es una cuestión de moralina, es
una cuestión de estricta razón política.
Si el Kirchnerismo tiene el liderazgo
indiscutible de Cristina, un proyecto político de país y una
fuerte inserción y organización territorial ¿cómo no tener entonces un
candidato que lo represente?
Naturalmente, digo.
Miradas al Sur, domingo 9 de noviembre de 2014
1 comentario:
Cristina es la primera electora del oficialismo, Magnetto es el primer elector de la oposición. Ojalá nuestros compatriotas sepan de las notables diferencias que existe entre aquellos que representan a la política de aquellos que representan a las corporaciones
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