Allí está
Cristina junto a su pueblo.
Unidos, firmes,
sabios, dignos y valientes.
Hay que
saber interpretar y vivir este momento; no es para cualquiera.
El
calendario del futuro seguramente lo calificará como un momento histórico.
Porque la
historia está pasando por la puerta de la patria en los días que corren. Y
Cristina es quien conduce los destinos de este pueblo y al hacerlo como lo
viene haciendo, ayuda a conducir a todos los pueblos de la América Latina y a todos
los sectores sociales de ese costado del mundo que sigue resistiendo contra el
viejo poder de la codicia y el saqueo.
De este
modo, una lucha desigual y sin cuartel se desarrolla a nivel planetario.
La Argentina
se enfrenta al poder financiero mundial concentrado, con una decisión
inclaudicable: la de ser un país soberano, digno de ser parte de lo mejor de su
propia historia y de lo mejor de la historia del continente americano.
Queda claro
para todos los mortales, que a Paul Singer, al Tea Party republicano, al juez
Griesa y a todos los fondos buitres internacionales les interesa robar de un
zarpazo letal el capital acumulado por el pueblo argentino y su Estado en estos
últimos años; pero mucho más les interesa poner de rodillas una nación como la
Argentina, que viene batallando desde el
2003 para dejar atrás lo peor de la triste etapa iniciada con la dictadura
civil-militar en 1976 y cuyas políticas neoliberales, Martínez de Hoz-Cavallo
mediante, alcanzaran su esplendor en la
década de los 90.
O sea, ya en
democracia.
Subrayemos
esto para que no queden dudas de quién es quién en la historia que estamos
escribiendo.
Cual si
fuera Mansilla en la Vuelta de Obligado, el ministro Kicillof traza y destraza
para volver a trazar sólidas cadenas sobre el río indomable y soberano que los
nuevos invasores de la flota colonial buscan infructuosamente hacer claudicar
para su entero dominio. Su misión principal es evitar que se lleven gratuitamente
y de arriba este atropello imperial que se dictaminó en un texto judicial tan
ruin como vergonzoso. Y lo viene logrando.
Demuestra
así que no basta con ser corajudo. Hay que ponerle inteligencia y picardía al
coraje. Y Axel Kicillof y todo el
gobierno nacional se mueven con la sagacidad que requiere esta nueva batalla
decisiva para nuestra integridad como nación.
Para
comprender la anchura y la profundidad que se están amasando en esta coyuntura,
diremos que es la segunda vez que en democracia se está a un paso de cuajar la
unidad latinoamericana de una vez y para siempre. La vez anterior fue contra el
ALCA con los eternos presidentes Néstor Kirchner, Lula y Chávez inaugurando una
nueva etapa en la historia continental, signada por la unidad y no por la
dominación imperial.
Triste
paradoja: pero la vez anterior a esa batalla de Mar del Plata contra el cowboy
George Bush, fue la que se desarrolló
durante la guerra de Malvinas en 1982. Todos los pueblos y gobiernos de la
región, salvo uno, se unificaron alrededor de la Argentina y su causa mayor de
soberanía. Pero claro, se partía de una falla de origen que impedía consolidar
dicha unidad: la protagonista central era la dictadura. Y como señaló nuestra
presidenta, ninguna guerra se gana contra los pueblos. Y por si no alcanzara el
argumento, hay que recordar que el ejército sudamericano nace con San Martín y
Bolívar desde el macizo concepto de “un pueblo en armas”.
Esta vez es
distinto en casi todos los planos.
No hay
dictaduras, manda la democracia en el continente; no hay falsas divisiones
entre nuestros países, manda el MERCOSUR, la UNASUR, la CELAC, EL G-77 más
China.
No hay
sumisión al poder financiero dominante a nivel mundial, hay dignidad en
nuestros pueblos y sus gobiernos.
No hay
fragmentación entre la Causa Malvinas y la causa soberana contra esta deuda
injusta.
La dictadura
defendía y promovía la causa de Malvinas como una forma de tapar su aberrante
genocidio y su complicidad y rapiña con la deuda externa.
La
democracia y su gobierno, en cambio,defienden infatigablemente la soberanía en
Malvinas con la misma convicción con que defiende la soberanía económica de
nuestro pueblo y nación.
Para decirlo
de otro modo: el fin de época marca la diferencia. Una época signada por el
neoliberalismo rapaz que se llevaba puesto al mundo con aires doctorales, está
llegando a su fin en estas comarcas.
Quizá no le veamos nunca la cara a dios, pero al diablo sí
que le vimos la cara, el pico y las garras; y que nadie diga nunca más que no
lo sabía o que eran puros inventos de analistas mal intencionados.
Una nueva
época ha comenzado a brillar en la América del Sur.
Y por eso cruje,
tiembla, tensa el ambiente y conmueve los corazones.
Todo esto
sucede al mismo tiempo que se denuncia judicialmente el trabajo esclavo en los
campos de la familia del presidente de la Sociedad Rural.
Los procesos
de cambio, cuando son verdaderos, se distinguen porque en su vientre se gesta
una nueva sociedad, más justa y más libre. No se demoran las causas sociales en
nombre de las causas nacionales. O viceversa.
Una alimenta
a la otra.
Salvando las
distancias, los enemigos del pueblo hacen algo parecido.
Por eso, que
a nadie extrañe aquella denuncia contra la patronal rural ni el nuevo plan del
gobierno para aumentar el poder adquisitivo de los asalariados en medio de la
batalla contra los fondos buitres, como a nadie extrañe que estos sean
defendidos impúdicamente por los grandes medios de comunicación.
Si a bordo
de los buques de la flota anglo-francesa que atacó en la Vuelta de Obligado en
1845, viajaban deshonrosos argentinos que traicionaban y vendían a su patria, a bordo de esta embestida del poder financiero, se desplazan
las plumas reales de los medios cipayos. Y el político que dice que hay que
pagar todo al contado como manda Griesa. Y el sindicalista patotero que le hace
coro.
Es que la
historia se escribe no sólo con los actos heroicos, sino también con la baba
que dejan los seres despreciables.
La cuestión
es evitar que ganen los segundos y asegurar que salgan victoriosos los
primeros.
Miradas al Sur,
domingo 29 de junio de 2014
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