Veníamos bien, demasiado bien para que nos dejen seguir
nuestro camino sin tendernos otra emboscada.
Y lo hicieron nuevamente.
Esta vez el fuego graneado partió del domicilio del
mismísimo imperio, allá en el norte del mundo.
Pero no vamos a analizar aquí las cuestiones leguleyas del
fallo del juez Griesa, ni la actitud maliciosa de la Corte Suprema de ese país
del norte, ni caeremos en la trampa de confundir los enemigos, los de adentro y
los de afuera.
Vamos a conversar entre nosotros, vamos a abrazarnos como
quienes van a una batalla por el honor de la patria, vamos a darnos fuerza y
coraje en nombre de nosotros mismos. Vamos a honrar la vida y la memoria de
Néstor Kirchner que fue el que nos hizo recuperar este hermoso país que somos.
Gracias a él y a Cristina, volvimos a sentir la patria y el
viejo orgullo nacional que andaba escondido y malherido entre los archivos de
la historia.
Eso sí: hay que escuchar y registrar cada palabra, cada
frase, cada declaración de los que en lugar de apuntar su encono hacia la
guarida hedionda de los fondos buitres, lo apuntan contra el gobierno de su
propio país, es decir, contra sus compatriotas.
Guardemos todo en la memoria para cuando haga falta.
Abundan las voces que proclaman “la impericia del gobierno”
con la misma perversidad con que lo hace el psicópata libidinoso que acusa a la
víctima de una violación por usar pollera minifalda. “Si usas pollera corta,
hacete cargo”, dicen los miserables.
De igual modo, dicen, “si te animas a enfrentar a los
poderes financieros que dominan el mundo, si no aceptas ponerte de rodillas
cada vez que te ordenan las corporaciones, entonces, hay que hacerse cargo de tal
irresponsabilidad”, expelen.
Ay patria mía.
Veníamos bien, demasiado bien, ordenando el desorden con que
dejaron la casa después del 2001 y del último tirón del mantel que con la
trepada del dólar ilegal y otros menesteres provocaron a principios de año.
Salimos de esa encerrona, desfiló victoriosa la campaña de
Precios Cuidados y la querida YPF. Volvieron los trenes. Creció el consumo. Se
cerraron con éxito las Convenciones Colectivas de trabajo. Creció la
recaudación fiscal y creció la AUH y las Jubilaciones. Se puso un torniquete al
desempleo tan temido y anunciado por las usinas del terror que hacen guerra de
zapa contra las posiciones nacionales.
Pero hubo dos momentos que decidieron apurar esta nueva
emboscada a la que estamos sometidos los argentinos desde el 16 de junio pasado.
Qué triste fecha, patria mía.
El acuerdo final con el Club de París fue uno de esos
momentos y la invitación a Cristina, es decir, a la Argentina, a la próxima cumbre
del BRICS, fue el otro.
Los sudacas argentinos, esos negros de mierda, esos
peronistas incorregibles, esos tipos que fueron capaces de decirle “No al ALCA”
¿ahora pretenden construir junto a otros países de la periferia un nuevo orden
mundial?
Era demasiado para el paladar de los poderosos. Por eso el
tiro por elevación también es contra la UNASUR, la CELAC y el BRICS (Brasil,
Rusia, India, China y Sudáfrica). Es como si la
Séptima flota armada hasta los dientes con misiles financieros, quiera
amarrar sus bestias en el puerto de Buenos Aires para imponer el nuevo orden
internacional, como ya lo hicieron en Grecia, en España, en Italia, en el resto
del mundo. Y como lo hicieron aquí con Martínez de Hoz y Domingo Cavallo.
Calma. Mucha calma. No hay que abrirles las puertas ni las
ventanas para evitar que entren a nuestra alcoba con sus voces de miedo.
Hay que leer El Eternauta nuevamente.
“Si al enemigo lo miramos de rodillas, parece invencible. Si
nos ponemos de pie, podemos”, enseñó San Martín; y el mismo Libertador dijo en
la Orden General del 27 de Julio de 1819 que “A la guerra la tenemos de hacer
del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos
tiene de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la
bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres, y sino andaremos en pelota como
nuestros paisanos los indios: seamos libres, y lo demás no importa nada...”
Cristina, su ministro Axel Kicillof y todo el gobierno siempre
condujeron bien la nave del Estado en aguas turbulentas. Como si nunca hubiera
sosiego cuando se decide defender el honor, la soberanía y la dignidad de un pueblo
y una nación que se precia de tal.
Calma, mucha calma, la nave sigue en muy buenas manos. No
aceptemos cumplir ninguna otra Orden General que la que emane del gobierno. No
le hagamos el juego a los especuladores. Que no nos gane el odio ni el desánimo.
Es eso lo que pretenden cuando las editoriales y los titulares redactados en
las cuevas de la mafia mediática corporativa son escupidos de las bocas ruines
de los que mirando a cámara dicen como los buitres: “la culpa es toda suya,
señora presidenta”.
El otro Padre de la Patria, ese Manuel Belgrano que honramos
más que nunca este 20 de Junio, desde Rosario al Museo Malvinas, junto al
pueblo y sus Granaderos, solía decir a los que se desanimaban frente a la
desigualdad de las fuerzas en pugna que
“el miedo sólo sirve para perderlo todo”.
Ese es el sabio consejo que debemos seguir. Sin verborragias
altisonantes, pero sin medias tintas, defendiendo la patria.
Nada nos será fácil ¿o acaso alguna vez fue fácil defender este
proyecto de país que sostiene el gobierno nacional?
Para esos buitres imperiales, costra putrefacta del
capitalismo del siglo XXI, tampoco les será fácil acabar con los pueblos del
mundo que hoy posan su mirada sobre la suerte final de los argentinos.
En nuestro destino se juega el destino de muchos pueblos y
naciones.
Si estos poderes facciosos continúan con su rapiña,
atentarán contra sus propios países. Y ahí los quiero ver.
Deberían saber, además, que en estas tierras americanas
ningún poder extranjero pudo establecer una cabecera de playa de una vez y para
siempre.
“La patria es el otro”, dijo la Presidenta.
Es preciso que hoy lo recordemos quienes habitamos este
lugar soberano que, orgullosamente, es
nuestro lugar en el mundo.
Mirada al Sur, domingo
22 de junio de 2014
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