Confesamos
que en una primera versión esta nota portaba de título: “El gorilismo y la
involución de las especies”.
Pero como somos
optimistas empecinados preferimos este título más esperanzador y constructivo.
Además, hoy
es domingo 27 de abril, el mismo día que Néstor Kirchner inició en el año 2003
el camino ascendente que hasta hoy continua.
Que el
recuerdo de aquella jornada nos dé la perspectiva histórica.
La
corrección política nos lleva a reafirmar el concepto positivo que nos merece
la unidad de sectores diferentes en un solo espacio opositor de derecha.
Decimos
entonces alborozados: “Ahora sí se podrá competir claramente entre un espacio
de centro izquierda y otro de centro derecha”.
De un lado
el movimiento nacional, popular y democrático que lidera Cristina Fernández de
Kirchner.
Del otro, el
espacio neo-aliancista que se acaba de conformar, llamativamente, sobre el escenario
de un teatro y en los estudios de TN y que viene a sumarse a los espacios ya
conformados por las huestes de los dirigentes de derecha, Mauricio Macri y
Sergio Massa.
Es decir,
que mientras la centroizquierda presenta un escenario unificado que gobierna el
país con un claro liderazgo, la derecha
es un archipiélago con tres islotes flotantes: el Faunen, el Massismo y el PRO.
Así al menos,
es hasta ahora.
Todo bien.
Pero
¡ay!...el alma y el cuerpo dicen otra cosa.
Porque no se
escuchan palabras opositoras que alienten a creer o suponer que todo lo logrado
en estos últimos años se podrá sostener si gana esa derecha que ya no pugna por
encontrar su destino. Nos queda en claro, por lo que ellos mismos declaran, que
su destino manifiesto es la ruptura de la cadena evolutiva de la sociedad para
volver hacia atrás uno por uno los eslabones que forjamos colectiva y
esforzadamente en este nuevo siglo.
Que nadie se
equivoque. No se trata de apoyar o derrotar al peronismo kirchnerista. Se trata
de empujar o de trabar las aspas del molino que construyó el kirchnerismo en
estos 11 años para que podamos tener estos vientos que hoy despeinan la melena
de los chicos en las plazas del barrio y en el patio de la escuela, la melena
de los jóvenes saltando alegres al compás del Indio Solari y la melena de la
abuela meciendo su justa movilidad jubilatoria como nunca antes.
El alma y el
cuerpo no se equivocan: la fragmentada oposición sigue unida al cordón
umbilical del país neoliberal y corporativo y el sólo hecho de pensar que
podrían volver a gobernar, nos hace correr un frío de espanto y desolación que
va del cuello hasta el huesito dulce de la parte de atrás.
Usted me
entiende.
Mientras
esto ocurre, la militancia nacional y popular hoy debatirá en el Mercado Central
las próximas tareas por venir. Esta actividad, como las que continuarán luego,
es demostrativa de que si algo irrumpió como una novedad creciente en esta
década, junto a los logros del gobierno,
es precisamente la musculatura organizativa y participativa del proyecto.
La
militancia kirchnerista debatirá el futuro, anuncian en la convocatoria. Es todo
lo contrario de períodos anteriores donde el gobierno que se despedía, a esta
altura del partido, preparaba las valijas, ordenaba el archivo, realizaba un
balance llenando las columnas del debe y el haber, hacia la plancha y a otra
cosa mariposa.
Y entonces vale
la pregunta: ¿cuál es la diferencia sustantiva entre el kirchnerismo y los
demás espacios de la política?: la existencia de un proyecto de país. Y es precisamente
eso lo que está en debate en la Argentina.
En la orilla
de enfrente, la alianza recientemente conformada por el radicalismo y el
socialismo, más pequeñas fuerzas residuales de la vieja política, tienen por el
momento encerrada bajo 7 llaves la fiera de la discordia que los dañará ni bien
abran la boca. Ni hablar de plenarios conjuntos. Ya empezó a suceder con las
estocadas de Carrió y las respuestas que recibió de sus aliados. Es
absolutamente falso el planteo de algunos analistas acerca de que la piedra de
la discordia de este nuevo espacio de la derecha pacata se llama “Macri si o
Macri no”.
La piedra de
la discordia está en su propia barriga.
Por eso no
pueden más que consensuar un manifiesto leído en el acto de lanzamiento, porque
cuando hablan de a uno, se convierten rápidamente en autitos chocadores.
Honremos la
memoria.
Era el 27 de
abril de 2003. Cuando llegó la noche, con los resultados ya consolidados, un
Néstor más que emocionado decía desde la Casa de Gobierno de Santa Cruz, en su
Río Gallegos:
“La
Argentina, luego de muchísimo tiempo, quedará ante dos modelos claros de país:
el del ajuste, la exclusión, el que endeudó a la Argentina y el modelo de la
producción, el trabajo y la estabilidad, que no es propiedad de partido alguno,
ni de quien les habla. Convocamos a todos los argentinos a construir un modelo
de igualdad…No voy a hablar de alianzas, la alianza fundamental es con el
pueblo argentino; es hora de respetar la memoria de los argentinos”
Lo que vino
después es conocido. Menem arrugó ante la segunda vuelta y se volvió a su casa
en Anillaco dejando en orfandad casi definitiva a sus fieles seguidores.
Y Kirchner
ganó, como dice Cristina, con más desocupados que votos.
El país era
otro.
El 25% de la
población económicamente activa estaba desocupada; el Banco Central tenía
apenas 8 mil millones de dólares de reservas y 46.000 predios rurales de la
pampa húmeda estaban hipotecados. Sólo para indicar tres referencias
dramáticas.
Si Ernesto
Laclau, el respetado académico que recientemente nos dejó, ligó la teoría
política con el psicoanálisis de Lacan, no sería disparatado ligar la teoría de
la evolución de Charles Darwin con lo que viene ocurriendo en
la sociedad argentina.
O sea.
El
kirchnerismo sería algo así como la demostración empírica, institucional y
cultural de la evolución de la especie humana; mientras que el gorilismo, en
cualquiera de sus renovadas facetas, es la demostración de que siempre es
posible involucionar.
Por suerte,
es la evolución la que está en nuestra naturaleza. Y no su contrario.
Miradas al
Sur, domingo 27 de abril de 2014
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