domingo, 6 de abril de 2014

El amor pasa a la resistencia


Este país que somos fue capaz de atravesar alguna vez  la peor de sus tragedias y no se dio por vencido.
No cayó en el “ojo por ojo” ni en el revanchismo que algunos pregonaban.
“A más odio, más amor”, fue lo que se dijo e hizo al salir de la larga noche del terrorismo de estado.
Se ha dicho tantas veces lo mismo y sin embargo una parte de la sociedad no se da por convencida. ¿Qué les pasa? ¿Qué parte de la historia argentina no logran entender de una vez por todas? ¿Qué tributo de sangre hay que seguir pagando para que aprendan a amar al otro como si fuera a ellos mismos?  
No vamos a sumarnos a los tantos análisis enroscados de estos días sobre  el ataque a mansalva a presuntos criminales. Que si sí. Que si no. Que esta ley de acá. Que esta ley de allá.
No hay que dar tantas vueltas para decir las cosas por su nombre: los que atacan en masa a un ser humano para pegarle en la cabeza, en los riñones y en el bajo vientre hasta matarlo, son sencillamente criminales, son asesinos, son homicidas, son violentos antisociales. Y por tanto, deberían pagar sus crímenes en la cárcel.
Y el falaz argumento que utilizan algunos para justificar estas acciones criminales, los hace cómplices necesarios. 
También están los que se esconden tras la frase chabacana: “Vos hablas así porque no te pasó nada igual”.
Reflexionemos juntos, a ver si no nos pasó a todos lo que sigue.
Resulta que este país que somos, tal cual dijimos al comienzo, pudo derrotar un día a la dictadura que lo sojuzgaba y entonces, se abrieron las rejas de todas las cárceles, se desenterraron las fosas donde estaban escondidos los huesos de nuestros muertos queridos, se vendieron pasajes y entregaron pasaportes para que los exiliados vuelvan. Y los ex presos políticos y los perseguidos y las Madres y las Abuelas  se encontraron por fin en libertad para formatear la democracia que recuperábamos.
El hecho maravilloso fue que con todos los dolores a cuesta, con todas las marcas de las torturas y de la humillación a la condición humana, con todas las ausencias irreparables, salieron a exigir  justicia y solamente justicia.  
15 mil exiliados. 20 mil presos. 5 millones de desocupados. 30 mil desaparecidos.
¡Y ningún hecho de venganza!
¿No somos acaso un país extraordinario y maravilloso? Porque a diferencia de otros países (alcanzaría con nombrar a España) no se evitó la falacia de la mal llamada “justicia por mano propia”, a cambio del olvido colectivo.  
No, no, no. Aquí se hace justicia como manda la ley y la conciencia humana.  
Tardó pero llegó.    
Videla no murió por el ataque de una horda de antiguos guerrilleros reciclados y madres rencorosas que al grito de “viva la muerte” lo atacaron una noche de invierno al salir de la parroquia. Videla murió debidamente  juzgado y condenado por delitos de lesa humanidad en una cárcel. Y así pasa con otros genocidas. Por eso vale esta pregunta aunque suene a inocente y quizá lo sea: ¿por qué los violentos patoteros de estos días no aprenden de aquella ejemplar conducta social que se ejerció también en este país que somos?
Hasta aquí lo colectivo. Pero no es toda la verdad de esta grieta antisocial; porque una cosa es el linchamiento de un pibe pobre con cara de pobre, con lenguaje de pibe pobre, con ropa de pibe pobre y otra cosa muy distinta, es la poderosa usina de intereses económicos y políticos que los estimula, que los “vende” mediáticamente con el mejor ropaje de “hartazgo social” y que les sirve de plataforma electoral a la derecha más ruin y miserable que también tiene este país que somos.
Así como la Presidenta dijera el último 2 de Abril recordando a los Caídos en nuestras Islas Malvinas, que el verdadero propósito de la usurpación británica es la presencia de una poderosa base nuclear de la OTAN en las islas, deberíamos decir que la verdadera causa y efecto de los hechos de violencia que aquí condenamos es la misma razón de ser de la derecha: quieren volver a reconstituir a machetazos una sociedad sin memoria, sin verdad y sin justicia. Y para ello hay que limar los barrotes del lado más oscuro de la especie humana para que el hombre de las cavernas se sienta legitimado para actuar a como se le dé la gana.
Por eso no es casual sino causal que los mismos medios y los mismos políticos que se opusieron a la democratización de la justicia, hoy sean los que “comprenden”  el uso de la ley del Talión.
Ahora ya sabemos por qué se negaron a la justicia legítima: porque la prefieren así, tan salvaje, cínica y cobarde, tan ilegitima.
Y  ya que hablamos de los Ex Combatientes, de aquellos pibes de 18 años que fueron arrastrados a la guerra para ser bombardeados por el colonialismo inglés y estaqueados por sus propios jefes argentinos, preguntémonos: ¿algunos de ellos acaso fue a buscar venganza al domicilio particular de los oficiales y suboficiales que los maltrataron y los silenciaron al regreso de Malvinas?
Los que lograron reconstituir su humanidad, los que no se suicidaron como dolorosamente lo hicieron cientos de ellos, los que siguieron medianamente enteros, optaron por crear sus centros y agrupaciones y así escapar de la soledad que le imponían los cuarteles y una sociedad que vivía acuartelada con sus propios miedos. 
¿No tienen nada que aprender de ellos los asesinos y patoteros que se hacen llamar “justicieros”?
No entender ni saber enmarcar históricamente la violencia de la calaña que hoy vemos, es no saber nada de nuestra propia historia como país que somos y no valorar ni un poquito  la riqueza moral profunda  que atesora este pueblo en sus entrañas.
Es válido concluir, en consecuencia, que estamos en medio de una nueva arremetida violenta del poder económico y mediático.
Empujan a matar a los supuestos pibes chorros para demoler el Estado democrático.
No quieren Estado regulando el mercado. No quieren Estado protegiendo nuestra soberanía. No quieren Estado administrando justicia.
Con los monopolios, el colonialismo y el homicidio en masa, pretenden suplantarlo.
Con nuestro  amor en la mochila, hay que seguir resistiendo.

Miradas al Sur, domingo 6 de abril de 2014



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