Arranquemos señalando dos datos
concretos de los días que corren y que ayudan a entender mejor el país real que
estamos construyendo los argentinos:
1. La masividad y diversidad expresada
en los actos del pasado 24 de Marzo, Día de la Memoria.
2. El conmovedor reclamo que la sociedad
viene expresando, año tras año, por la causa de nuestras Islas Malvinas.
De este modo, la causa de los
derechos humanos y la causa mayor por nuestra soberanía se abrazan en un mismo
sentimiento colectivo.
Nos emociona advertir la frescura de
estos testimonios, ya no como banderas
irredentas durante varias décadas, sino como datos cargados de un enorme
significado político para esta coyuntura.
Corremos el riesgo de olvidar
fácilmente los hechos sustantivos debido al congestionamiento en el tránsito de
informaciones que transmiten los medios masivos y, además, porque la velocidad de los
acontecimientos no siempre otorga el entretiempo necesario para reflexionar
sobre ellos con la profundidad que se merecen y requieren.
Avancemos.
La Plaza de Mayo se llenó sobre el
mediodía del 24 de Marzo y el espacio de la Memoria en la ex Esma se desbordó
de gente por la tarde noche de ese mismo día.
Pongamos el foco un rato aquí.
El lugar emblemático donde Néstor
Kirchner bautizó de una vez y para siempre la sepultura de la impunidad en la
Argentina, hace ya diez años, fue el escenario donde, como nunca antes, se
congregó una multitud que se caracterizó por la más plena unidad y convivencia en
el marco de una diversidad compuesta por distintas identidades sociales,
culturales y políticas. Sería largo enumerar las mil expresiones que se
hicieron presentes esa tarde allí. Pero vale remarcar que, a diferencia de años
anteriores donde la diversidad era un problema y no un acontecimiento feliz,
esta vez el acto fue cerrado por una voz política mayor del gobierno nacional,
como lo es Carlos Zannini. Y hay que decirlo: fue ovacionado por los
participantes de una jornada que no fue estrictamente una jornada partidaria.
Sería un reduccionismo y una torpeza conceptual calificarlo de ese modo.
El de la ex Esma fue un acto
convocado por los organismos de Derechos Humanos y la Secretaría de los
Derechos Humanos con presencia de pueblo, digámoslo así para abreviar. ¿Pero se
acuerdan cómo era antes cuando se disputaban el micrófono los distintos
protagonistas o que para conciliar en la puja se consensuaba leer solamente un
documento general que contenga medianamente a las partes? Nada de eso ocurrió
esta vez.
La previa de este acontecimiento ocurrió
ese mismo día por la mañana en La Carbonilla, el barrio de La Paternal, con un acto
convocado por las Madres de Plaza de Mayo y los vecinos y que fuera cerrado por
Hebe de Bonafini y por Andrés Larroque, de La Cámpora.
Hay que reflexionar sobre esta
gestualidad y sobre cada una de las palabras de los oradores mencionados
porque, creemos, por allí anda pasando el pulso de la vida en este país que
somos.
El otro tema es Malvinas. ¿Notaron la
cantidad de gente joven que visten remeras alusivas a la causa soberana y el
aplauso cerrado y emocionado en los estadios de futbol cuando se despliegan las
banderas que simplemente dicen “Las Malvinas son argentinas”?
Convengamos que en un país donde, según
la oposición mediática, “todo está mal”, no hay autoestima social y el orgullo nacional está por el piso
mientras el olvido está por las nubes, esto no sucedería jamás. Quiere decir,
en consecuencia, que por debajo de la sociedad corre un río virtuoso de memoria
y argentinidad al palo que se construyó al calor de las luchas y las conquistas
logradas en esta última década.
Para decirlo de otro modo: no habría
acto masivo en el Día de la Memoria ni habría fervor por la Causa Malvinas si
el país fuese la mitad del país virtual que pintan los opositores.
Si abrimos otras ventanas para seguir
viendo la realidad, tan desnuda como se presenta, será posible advertir que
estamos en presencia de una puja distributiva al rojo vivo entre los que más
tienen y los que menos tienen.
En una punta de la soga cinchan los
sojeros y empresarios angurrientos de ganancias
siderales. En la otra, los trabajadores que pretenden cosechar lo sembrado en
estos años de reparación social del Kirchnerismo.
Y el dato de época: en esa puja el
Estado inclusivo no es neutral; defiende los intereses populares.
En ese marco hay que interpretar a
los ministros Kicillof y De Vido anunciando esta semana que la facturación
excedente por la quita de subsidios se destinará a la Asignación Universal por
Hijo y al plan Progresar.
"Es central explicar por qué
hablamos de quita con redistribución: lo que se genere de facturación adicional
por la quita de subsidios se va a destinar íntegramente a cubrir los gastos de
las distribuidoras y transportadores, pero lo que quede por encima de eso se
destinará a la AUH y al Progresar, por eso hablo de redireccionamiento",
aclaró Kicillof.
Los heraldos del ajuste salvaje,
nuevamente frustrados.
Pero como “A río revuelto, ganancia
de pescadores”, la runfla sindical que rodea a Moyano y Barrionuevo empuja un “paro
nacional” a todas luces ilegítimo. Es claramente un paro contra el proyecto de
país que lidera Cristina.
Justo cuando un grueso de la sociedad
se sacó esa venda de los ojos que no permitía ver que la inflación no es
generada por el gobierno democrático sino por la voracidad empresarial rayana
con lo delincuencial, los caciques sindicales de Sergio Massa empujan para
atrás el nivel de conciencia colectiva y tiran hacia adelante los intereses
patronales.
O sea.
La puja distributiva en favor de los
intereses nacionales y populares la encabeza el gobierno de Cristina.
La puja en favor de los intereses
contrarios a esos intereses, lo expresa ese variopinto que se hace llamar
“oposición”.
Y todo esto sucede justo cuando la
FAO informó que la Argentina llegó al Hambre cero mientras Massa renovaba al
menemismo poniéndose a disposición de los EE.UU. para reeditar el ALCA y
desarmar la Unasur.
En fin, sólo la memoria nos salvará.
Miradas al Sur, domingo 30 de marzo de 2014
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