Si en 7 días
se creó la vida, en 7 días se construyó otro mundo.
En ese
tiempo Cristina firmó acuerdos estratégicos con Putin y después con Xi Jinpin,
ambos en la Argentina y en el medio hizo
tronar su voz cascada ante el poderoso BRICS.
Estamos
aislados: faltan los marcianos.
Hasta la
reciente cumbre en Brasil del BRICS, la UNASUR y la CELAC, el mundo se regía
por la imposición que ejercía el poder hegemónico de los EE.UU.
Pues bien,
desde esta semana el mundo entró de lleno a una nueva fase multipolar que
augura un sistema de vida más equilibrado y más justo entre las naciones.
El poder
hegemónico es aquel que ostenta una determinada potencia demostrando su capacidad de “ordenar” el escenario mundial
según sus intereses, sin necesidad de apelar al uso de la fuerza. Con sólo
advertir sus deseos y sus prohibiciones, debería alcanzar para que los países
se disciplinen.
Las bombas
se descargan sólo cuando la industria bélica renueva su stock y/o el alto mando imperial decide fragmentar
en mil pedazos a una nación y a los seres humanos que lo habitan.
La historia
difícilmente se escriba con la lógica de los almanaques. Nada ocurre porque sí
un día cualquiera. Si señalamos la cumbre de los BRICS y la UNASUR del 15 y 16 de julio de 2014 es porque conforma un
punto de inflexión en un proceso que arrancó posiblemente el mismo día de 1989
cuando el neoliberalismo celebraba con champagne la caída del Muro de Berlín y
el fantástico “fin de la historia y de
las ideologías” escrito por el Consenso de Washington con la pluma de
Fukuyama.
Que es un
soplo la vida.
Claro que EE.UU.
conserva su poderío económico y militar; pero ese poder no le alcanzó para evitar Fortaleza; y no le
alcanzó para evitar que se conforme una nueva banca de fomento mundial que
asista a los países emergentes ante el embate del capitalismo financiero que viene
asolando al mundo. Y más grave todavía: no le alcanzó al poder del Tea Party republicano y sus socios demócratas
nucleados en la guarida oscura de los fondos buitres, para poder acorralar una
vez más el desarrollo virtuoso del pueblo argentino.
Aquí no se
rinde nadie.
Es la
primera vez, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que ocurre algo así.
Y Argentina
es protagonista principal de este cambio histórico.
¿O qué hubiese
pasado si Cristina se rendía ante la apretada extorsiva de los buitres y el juez que los
representa?
¿Acaso no
era esa la actitud que siguieron los gobiernos anteriores y los gobiernos que
en distintos países del viejo mundo
sucumbieron a la voracidad de los bancos y a los llamados fondos de inversión?
Tendríamos
que llamarlos “fondos de inmersión” por sus consecuencias en la Argentina antes
de Kirchner y más recientemente en Grecia,
Portugal, Italia, España y la lista sigue.
A diferencia de otros momentos de profundos
cambios a nivel mundial, esta vez no se puso en jaque a la potencia hegemónica
que dominaba el planeta casi a su libre albedrío reemplazándola por una
potencia de igual o mayor tamaño en términos económicos, financieros y
militares; esta vez los países emergentes de la densidad e importancia
estratégica de India, China y Rusia, junto a los dignos países de América
Latina y el Caribe, nucleados en la UNASUR y la CELAC, se organizaron en
términos políticos, económicos y financieros para construir una nueva
alternativa a escala global.
En esa
diferencia y en esa diversidad está la riqueza de la nueva humanidad global que
se está construyendo.
Esta vez los
depredadores del siglo XX se encuentran con que los que siempre fueron países
depredados, construyen un nuevo ecosistema para defender sus territorios, sus
riquezas naturales y sus economías. No con el ánimo de invadir a nadie; sino
para seguir creciendo en un mundo que merezca ser vivido.
La
complejidad y la interacción de este momento trascendente que vivimos es tal
que la situación interna del país se explica por la situación externa. Y
viceversa.
No es
casualidad que haya venido a la Argentina el presidente ruso, Vladimir Putin,
la semana que pasó y que ahora fuera el turno del presidente chino, Xi Jinpin.
Ni es casual
que la mitad más uno del mundo reunido en Brasil haya expresado enfáticamente
el apoyo a nuestro país ante el ataque especulativo de los fondos buitres.
No es casual
que la Presidenta haya concitado la atención que concitó con su discurso ante
el pleno del BRICS y la UNASUR.
Lo de
adentro está afuera y lo de afuera está adentro. Esa es la cuasi fórmula que explica
la singularidad de un cambio de época. No entenderlo así es ignorar las leyes sociales que rigen el
devenir histórico de los acontecimientos.
Pero no todo
es ignorancia.
Hay agentes
encubiertos de los fondos buitres que en nombre de la prensa libre y las
ganancias presas, están haciendo fabulosos negocios rentísticos con el acoso
que aquellos ejercen contra el país de los argentinos.
Piedra
libre.
¿Se puede
alegremente criticar con la severidad con que algunos critican al gobierno
nacional, en medio de la feroz batalla que este viene librando en defensa del
interés nacional?
Nadie del
gobierno va a prohibir que todos se expresen como mejor se les ocurra, a nivel
sindical, político y periodístico. Pero al menos, desde la sociedad, hay que
sacarles la careta a quienes lo hacen.
Son
simplemente cipayos.
Porque no es
ético ni patriótico facilitarles páginas a los fondos buitres o asesorarlos para que se expresen extorsionando a la
Argentina.
No es ético ni patriótico ocuparse del trasero del gobierno,
de criticar su talla, de condenar sus formas, cuando el gobierno está cruzando esforzadamente
cadenas de resistencia contra los poderosos del mundo, como lo hiciera Rosas en
1845 en la Vuelta de Obligado.
Para ser más
claro desde esta modesta e incolora columna: nos sentimos orgullosos del
gobierno que preside Cristina Fernández de Kirchner y creemos que es hora de
dejar de mirar este partido desde las tribunas para entrar a jugar con la
camiseta argentina bien puesta.
Como dijo
Sabella: “El equipo, como la patria, es el otro”.
Miradas al
Sur, domingo 20 de julio de 2014
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