La derecha sobrevuela
la escena del crimen. De sus crímenes; de
aquellos que cometieron en un pasado lejano y los que cometieron en un pasado más
reciente y contemporáneo.
Cambiaron algunos nombres, algunos capitales, algunas
empresas, algunas marcas, pero la derecha voraz y angurrienta de poder es la
misma.
Miremos a Venezuela
en estos días cómo debate su destino entre un presente democrático y
distributivo de ingresos y riquezas, por un lado y por otro los caballeros del
pasado previo a Hugo Chávez incendiando las calles, los edificios y la vida de
ese pueblo hermano.
La fórmula
es la misma. Mucha bulla interna y externa por los medios masivos de comunicación de esa derecha, los
operadores del mercado financiero pateando los tableros con su corrida
cambiaria y de precios y un puñado de mercenarios devenidos en manifestantes
del odio y la violencia. Un coctel que el capitalismo más feroz comenzó a
aplicar en el siglo XIX.
Mira lo que
te digo.
Hay que
repasar los libros de historia, los que cuentan la verdad, no los del relato
mitrista, para comprobar que cada vez que un proyecto de país soberano,
inclusivo, de amplias mayorías, nacional y popular, asomó su modelo de desarrollo
independiente y con justicia social, los colmillos afilados de la reacción
oligárquica le cayeron a la yugular para despellejarlo.
¿O no fue
eso lo que ocurrió con los gobiernos de Juan Manuel de Rosas, con el de
Hipólito Yrigoyen y con el de Juan Domingo Perón en nuestro país? ¿O no fue eso
lo que ocurrió con los gobiernos latinoamericanos de Salvador Allende en Chile,
Joao Goulart en Brasil y más recientemente con Evo Morales en Bolivia, Correa
en Ecuador, Chávez en Venezuela, Lugo en Paraguay y Zelaya en Honduras?
Si pasamos
un peine fino al análisis de esta triste lista descubriremos un dato más que auspicioso
y revelador de los tiempos que corren en esta primera fase del siglo XXI: por
primera vez en la historia bicentenaria de nuestros países, los gobiernos
populares enfrentan exitosamente la sedición oligarca. Antes sucedía, casi como
una ley de la naturaleza, que aquel coctel golpista daba un portazo a la
democracia y todo se venía abajo en menos que canta un gallo. Ahora no. Maduro
se les planta como antes se les plantó Chávez a la oligarquía parasitaria
venezolana y triunfó. Correa se plantó ante la intentona golpista de la policía
ecuatoriana y triunfó. Evo se plantó a los secesionistas sojeros y triunfó. Y
aquí Cristina se les viene plantando desde el primer día de su primer mandato y
continúa resistiendo, avanzando y triunfando en representación legítima de la
democracia.
Aquello de que
“los presidentes hoy se parecen a sus pueblos” quiere decir precisamente que a
todos ellos les vale muchísimo más ser la expresión de las mayorías populares
antes que especular mezquinamente sobre su suerte personal.
Pero se hace
imprescindible que en este cambio de época que atraviesa la región, los pueblos
también se parezcan a sus presidentes, a estos presidentes de la nueva
democracia latinoamericana.
Ese es el
único certificado de garantía para seguir triunfando ante cada operación
destituyente. Porque hay que grabarse a fuego lo que tan pedagógicamente afirma
nuestra Presidenta: más que contra los gobiernos, los golpes siempre son contra
los trabajadores y los sectores medios, contra la democracia y sus
instituciones, contra la paz social y contra la unidad de nuestros pueblos.
La
traducción visceral de este proyecto la hizo el ministro Axel Kicillof al
reafirmar que el gobierno “defiende el
bolsillo, la heladera y el horno de la gente”.
Habrá que
saber que así como el gobierno argentino sorteó con astucia, inteligencia y
coraje la corrida golpista relatada literalmente por el economista Miguel Bein
y el gobierno venezolano sortea en estas horas otra corrida de la derecha local
e internacional, en adelante serán otras las corridas que habrá que sortear.
Sepámoslo: el
golpismo atiende los 12 meses del año. Lo relevante no es eso; lo relevante es
que los gobiernos populares también atienden durante todos los meses y todos
los días de todos los años.
El que se
duerme pierde en esta historia de pujas entre la justicia social y la
injusticia antipopular.
Con el mismo
fervor ciudadano con que hay que seguir cuidando los precios, ahora que sabemos
que no los aumenta el gobierno sino los malos empresarios y los malos
comerciantes, habrá que saber cuidar la democracia.
Si del valor
tiempo se trata, para el gobierno nacional los dos años que restan de mandato
presidencial de Cristina resultan escasos para las transformaciones económicas,
estructurales y sociales que faltan realizar. Mientras que para la derecha
voraz y sus candidatos más explícitos es un tiempo demasiado largo para afrontar.
Por eso seguirán buscando que todo vuele por el aire, como se dijo en estos
días.
Hay que identificar
a los ilegales de la democracia. No habría que conformarse con la sola
explicación que no hay golpes porque las Fuerzas Armadas hoy juegan en defensa
de la democracia. Claro que es importante. Pero lo es mucho más si los intentos
de golpes financieros y mediáticos son derrotados por los pueblos y su nivel de
conciencia ciudadana, los pueblos y la defensa de la paz social, los pueblos y
su cultura.
Para eso hay
que identificar con pelos y señales a todos y cada uno de los ilegales sediciosos
que operan desde las pantallas de la tele y los grandes medios, sentados sobre
un silobolsa de soja o remarcando los precios a su libre antojo.
A esos
ilegales se los aísla identificándolos y con todo el peso de la ley de que
disponen nuestros gobiernos democráticos.
Los
opositores que se asocian con los que atentan contra la moneda nacional, el
trabajo y la producción, contra la inclusión social y a favor de la
desestabilización institucional, tendrán que rendir cuentas de sus oscuros
propósitos ante la sociedad.
El 1° de
Marzo, cuando la Presidenta pronuncie su mensaje ante el Congreso, será una
cita mayor con lo mejor de nuestra historia como pueblo y como nación.
Miradas al
Sur, domingo 16 de febrero de 2014
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