El modelo de desarrollo inclusivo enfrenta
el último y más severo golpe especulativo de los sectores financieros con
medidas que no afectan el corazón del modelo, es decir, la defensa del empleo y
la producción.
No se apela a las viejas recetas que
seguían gobiernos anteriores ante una coyuntura semejante; no se ajusta la
economía para abajo ni se destruyen fuentes de empleo ni se anulan de un
plumazo los derechos sociales que fueron reparados y recuperados por este mismo
gobierno desde el 2003 a la fecha.
Y no es un dato menor.
Es un momento de máxima tensión entre
dos proyectos de país que se demuestran antagónicos en estos 200 años de
historia nacional. Hay que decirlo así, claramente, para poder entender lo que
viene pasando. Porque no es un problema económico sino profundamente político
el que se enfrenta. Y los primeros que debieran entenderlo de este
modo son los sectores populares y sectores medios cuyos intereses son
representados por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
El último golpe financiero, cual si
fuera un rayo especulativo, lo ejecutó un fuerte empresario opositor al
gobierno con la complicidad de tres bancos extranjeros. Cuando el precio del
dólar cotizaba a $ 7,20, de golpe y porrazo salieron a comprar más de 3
millones ofreciendo pagar $ 8,40. ¿Acaso
juegan a perdida? No. Ocurre que todo golpe se financia. Es una inversión que
hacen los poderes fácticos para destruir la política monetaria de un país
soberano. Si hubiesen logrado el objetivo, empujarían para que este modelo de
país se desbarranque por el acantilado de un ajuste salvaje.
Nada de eso sucedió. Intervino el
Banco Central ordenando el tablero y el ministro de economía, Axel Kicillof,
anunció lo que anunció respecto a la mayor apertura para la compra del dólar.
Los especuladores se refugian en el
dólar, los pueblos en su propia historia.
Lo sucedido ayuda a comprender dónde
estamos parados a esta altura del partido y contra qué jugadores se dirime
nuestra suerte y destino colectivo. Los enemigos del país buscan reconfigurar
el escenario político para atarnos al carro que hoy cruza el mundo
“desarrollado”. Acumulan fortunas en cada crisis y lejos de conformarse con lo
acumulado, no paran hasta exprimir la última gota de sangre de los pueblos.
Está en la naturaleza del
neoliberalismo.
Por eso cuando decimos que son rayos
especulativos es porque con estos rayos, cuando se imponen,también se muere
mucha gente. No es sólo una metáfora de ocasión.
Hay que mirar a Europa para
comprobarlo.
Para garantizar que esa situación
continúe por los siglos de los siglos, buscan colonizar al Estado con
gobernantes serviles a sus intereses. Los argentinos aprendimos de memoria que
siempre ha sido así.
Pero hete aquí que en la Argentina esos
sectores de alto poder financiero se encuentran ante un gobierno que, lejos de
arrugar ante cada embestida, los enfrenta como puede y debe, consciente que vienen
por el proyecto de país inclusivo y para volver a imponer una sociedad sin
consumo, sin trabajo, sin producción,
sin derechos sociales garantizados.
Fue clara la Presidenta cuando días
pasados advirtió que más que escarmentar al gobierno, están buscando
escarmentar a la sociedad para que deje de soñar, deje de trabajar, deje de
estudiar, deje de vacacionar y deje de unirse al resto de los pueblos hermanos
de América Latina.
Para el poder financiero, Cristina no
debiera ir a Cuba sino a Wall Street.
Hay que analizar el mundo al que
pertenecemos y agarrar los libros (que no muerden) para conocer el
comportamiento criminal que han seguido históricamente los sectores
parasitarios de nuestra economía desde tiempos remotos. Son anti estatistas que
buscan salvajemente quedarse con el Estado. Vaya con la paradoja, pero siempre
ha sido así.
Habrá que concluir que hace falta
mucho camino por andar para desarmarlos de una vez por todas.
Desarmar las cuevas financieras.
Desarmar los monopolios mediáticos que crean los climas propicios para estas
corridas. Desarmar los recursos leguleyos que obtuvieron en la dictadura y que
les permitieron hacer lo que hicieron desde el comando de los bancos. Desarmar
la obscena impunidad de los grandes exportadores sentados sobre los 11 millones de toneladas
abarrocados en los silo-bolsas por un valor que ronda entre los 4.000 y 6.500
millones de dólares.
Para llegar a esas profundidades del
cambio emprendido por el Kirchnerismo se requiere de la concientización, la organización
y la movilización de las grandes mayorías populares. Con el gobierno solo no
alcanza. Es preciso confluir desde el pie de la sociedad con amplios sectores
sociales dispuestos a defender y profundizar el modelo gobernante, so pena de
que vuelvan a confluir desde el poder económico más concentrado en una nueva coalición
que les permita en el 2015 recuperar sus
viejos fueros, es decir, restituir el régimen social de acumulación oligárquica
con una nueva distribución de la renta a medida de sus ambiciones.
Después de toda batalla, victoriosa o
no, hay que volver a mirar el campo de batalla.
Hagámoslo; no para solazarnos con
lo realizado sino para saber con qué país contamos en esta batalla desigual
contra el poder y para llevar el aliento a las partes blandas del proyecto que
ante cada embestida de los enemigos del pueblo, sólo recurren al lamento por no
haber actuado “previsora y correctamente”. Aprendimos con Kirchner que los
ataques contra el modelo nacional se deben a sus logros y conquistas, no a los
errores cometidos.
Contamos con un país más igualitario
y con el lanzamiento del Plan PROGRESAR que para los jóvenes tiene la misma
dimensión que la AUH para los niños.
Ahora serán los jóvenes quienes deben
organizarse para valorar y defender esta nueva conquista.
Estamos atravesando el río y caen
rayos: la oligarquía financiera viene por la caja del Estado que permitió en
estos años sostener todas las políticas de reparación social.
Es tiempo de organizarse. Ningún
rayo, por poderoso que fuera, pudo jamás herir de muerte nuestras utopías.
Miradas al Sur, domingo 26 de enero de 2014
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