jueves, 31 de enero de 2019

Caso Nisman: La victoria de la verdad




Con  el pronunciamiento público de la AMIA se derrumba definitivamente la mayor operación de inteligencia política y mediática contra la ex  presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El duro comunicado de la Mutual de la Comunidad judía dirigido a las autoridades de la DAIA, exigiendo el retiro de la querella contra la ex presidenta en la manoseada causa del  Memorándum de Entendimiento con Irán y el presunto encubrimiento del  mayor atentado terrorista contra el edificio mutual, viene a sumarse al retiro ya producido en la misma causa por la viuda del fiscal Nisman, Sandra Arroyo Salgado.
La noticia no es para festejar, sino para reflexionar acerca de la naturaleza del proceso abierto en la Argentina a partir del trágico suicidio de Nisman: un proceso asentado en la mentira.
Los oscuros intereses mancomunados por la derecha local y ciertos poderes internacionales usaron esa muerte para enlodar la figura de Cristina y la del canciller Timerman. ¿Con qué interés? Con el interés de derrotar en las urnas al gobierno nacional y a sus candidatos pocos meses después. Y así sucedió.
Siempre supieron que el de Nisman fue el suicidio de un hombre desesperado que había quedado solo y devastado al momento de ir al Congreso a defender lo indefendible: la falsa acusación contra Cristina. Nisman sabría, seguramente, que toda su acusación contra el gobierno de Cristina era un disparate total en términos jurídicos y diplomáticos. 
Siempre supieron que, acertados o equivocados, Cristina y Timerman sólo buscaban pistas, datos, pruebas, declaraciones, que en el país o en el exterior ayudaran honestamente a encontrar la verdad sobre el atentado y juzgar definitivamente a los culpables directos e indirectos de aquella verdadera masacre que conmovió para siempre al conjunto de la sociedad argentina.
Siempre supieron que eran ellos los que mentían. Hablamos de ellos todos: los que alentaban la querella, los que transformaron un suicidio en un “asesinato”, los que se atrevieron a rebatir sin pudor alguno al director general de la INTERPOL y al mismísimo Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia, los que operaron impúdicamente arrojando misiles mediáticos sobre la cabeza de la gente. Que esos periodistas cómplices se hagan cargo de sus mentiras ahora.
Esos tipos y esas tipas no tienen escrúpulos, no tienen vergüenza, no tienen honor. Fueron capaces de usar un cadáver para guionar una operación política. No usan las herramientas que da la democracia para dirimir proyectos políticos diferentes. Mienten siempre. Mintieron en campaña y mienten ahora cuando afirman desvergonzadamente que “este es el único camino”.
Por este camino ya perdimos en el 2018 más de 170.000 fuentes de trabajo. Por este camino aumentó la indigencia y la pobreza a límites escandalosos para la condición humana. Por este camino todos los días cierran comercios, talleres, fábricas, restaurantes, teatros, cines. Por este camino cerrará el país entero si los argentinos no somos capaces de cambiar drásticamente el rumbo en las calles y principalmente en los próximos comicios.
Hay que decirlo bien claro: esta operación que hoy se derrumba fue la que provocó la muerte de Héctor Timerman. No olvidar, es un deber.  Esta operación causó la prisión y el juicio a varios ex funcionarios y simpatizantes del gobierno anterior. Esta operación asestó mediáticamente el golpe de efecto que posibilitó el gobierno que hoy tenemos los argentinos.
Ninguna mentira debe quedar impune. Por eso es de esperar que la justicia, más temprano que tarde, juzgue y  condene a los responsables de tamaña perversidad.
La memoria de Timerman y la memoria de las víctimas de los atentados terroristas se lo merecen,  en primer lugar.  
Y también se lo merece la vapuleada honorabilidad de Cristina Fernández de Kirchner.

lunes, 21 de enero de 2019

Todo está por suceder





El panorama político deberá encender indefectiblemente, entre febrero y marzo, las primeras luces del escenario mayor donde se definirá la suerte de la Argentina para la próxima década. Ni apresurados ni retardatarios, creemos que se acerca la hora de nominar la candidatura (¿o no?) de Cristina Fernández de Kirchner.
Es interesante observar y analizar la dirección principal de las acciones políticas divergentes que suceden al interior de los bloques en pugna: del oficialismo por un lado y del heterogéneo campo opositor por el otro.
Mientras el oficialismo se desvela en fórmulas que puedan expresar la necesidad de dividir candidaturas para evitar quedar todos atrapados en la caída vertical de su principal figura en octubre, el peronismo en su más amplia acepción, por el contrario, hace ingentes esfuerzos por concentrar fuerzas como requisito esencial para lograr la victoria electoral y recuperar el gobierno nacional el 10 de diciembre próximo.
Veamos de qué tratan estos movimientos, inconclusos aún.
Todas las miradas del oficialismo están puestas en lo que va a decidir finalmente la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. ¿Desdoblará las elecciones provinciales de las nacionales? Se preguntan comiéndose las uñas rabiosa y angustiadamente, unos y otros. Los que la impulsan para que se diferencie de Macri, le dicen que adelante el cronograma de cabotaje, sin tener en cuenta las consecuencias irreversibles  que supondrá semejante definición. Para hacerla corta: si va por ese lado su  decisión, significará anunciar anticipadamente la derrota del proyecto neoliberal en octubre. Vidal se convertirá en la sepulturera de Macri y ella misma no tendrá chances ni oxígeno político suficiente para remontar la cuesta arriba que le espera a su propio gobierno provincial. No hay PRO sin Macri y no hay Vidal sin el PRO.
Agreguemos de yapa a esta consideración, la ola de denuncias y demandas políticas que recibiría Vidal por el enorme costo económico que significará para los contribuyentes bonaerenses la división injustificada de las elecciones. ¿El oficialismo meterá la mano en la lata del presupuesto sólo para satisfacer los anhelos personalistas de la gobernadora? Empezarán preguntando. No hay ni habrá excusa creíble para este interrogante. Allá ellos.
Por el lado opositor todas las expresiones, a borbotones como sucedió siempre en el movimiento popular, apuntan a suponer que la única decisión política acertada es la convocatoria a la más amplia unidad.
El que divide las pagará muy caro en términos de representatividad a futuro. El que divide juega para Macri. El que divida saca los pies del plato. Todo eso se dice y se dirá en adelante.
Es que la unidad ya no es una opción, es una obligación patriótica. No es, la unidad, una táctica electoral, sino una estrategia para salvar a la Nación y al pueblo, sin exagerar un ápice en esta definición.
Nótese que los que intentan dividir por el centro o por la derecha del espacio opositor, hacen malabarismos para ocultar sus designios pro-macristas. Es que la de ellos es una política ilegítima, mentirosa, tramposa, porque busca en definitiva dividir el voto opositor para favorecer al gobierno. Y ese estigma los perseguirá para siempre.
En octubre se batalla por el proyecto de país que queremos y no por egos partidocráticos.
Y a sabiendas que el desafío de reinventar la Argentina requerirá de un liderazgo muy fuerte y con la inteligencia, la experiencia y el coraje suficiente para semejante épica, seguimos convencidos que hay un solo nombre para conducir, más temprano que tarde, los destinos del país de los argentinos: Cristina Fernández de Kirchner.
Que así sea.

www.agenciatimon.com