Así como estamos, Argentina camina sobre la cornisa de su disolución como república. Nunca antes, en democracia, fuimos testigos de un manoseo semejante a la justicia. Se digitan jueces, causas y condenas, como si nada.
Ahí está la horrible decisión de secuestrar la causa de los aportes truchos a la campaña de Cambiemos. ¿No te indigna? Ahí están las prisiones políticas de Milagro Sala y otros ex funcionarios del gobierno anterior. Ahí está la muerte apresurada de Héctor Timerman clamando justicia. Ahí están las miles de pequeñas empresas que cierran porque se muere el mercado interno. Ahí están los cientos de miles de trabajadores despedidos a lo largo y ancho del país. Ahí está la escandalosa posición de colonialismo explícito de la política exterior. Ahí están los compatriotas durmiendo en las calles y buscando comida entre los residuos. ¿En serio no crees que estamos en la fase previa a la disolución como nación soberana?
Hay que parar con esta locura.
La fase final la implementarán en caso de volver a ganar las elecciones. Chau país, si ganan de nuevo. Chau jubilaciones, chau educación y salud pública, chau ciencia, chau deporte nacional, chau Argentina.
Antes no nos creíste. Te morfaste el cuento de la “campaña sucia”. ¿Y ahora qué me decís?
El conformismo de una buena parte de la sociedad es una mancha venenosa que amenaza ahogarnos como comunidad organizada. Están los compatriotas que dicen “esto no da para más”; pero todo sigue igual. Están los que sentencian que “la gente no come vidrio”. ¿Será así? Y están los imprescindibles, los que se movilizan, se organizan y no se rinden ante un enemigo que se hace fuerte en toda la región, justo en la etapa que el capitalismo, como sistema de producción, está siendo devorado por una dinámica financiera que niega la producción y el trabajo que son pilares del sistema.
El mundo se está yendo al demonio. Y en su retirada, el imperialismo, que sigue existiendo aunque te suene feo nombrarlo, busca hacerse fuerte en “su patio trasero”. O sea, nosotros, Latinoamérica toda. Es que el mundo se concentró a tal punto que los poderosos buscan asegurarse el dominio de los recursos naturales, agua y petróleo principalmente. ¿Somos conscientes del mundo caótico en el que estamos? Todo transcurre a la vista de todos y a la velocidad de la luz. Mientras aquí nos entretienen discutiendo la agenda que nos imponen los medios hegemónicos y ese seudo-periodismo berreta, mediocre, de analfabetos políticos de variado pelaje, los centros de poder preparan ya la fase de consolidación cultural de su dominio.
La Argentina es una metáfora de su propia suerte. Quizá siempre fuimos así. Atamos los caballos en la pirámide de la Plaza de Mayo para enfrentar al centralismo del puerto. Cruzamos cadenas y canoas para enfrentar a la flota anglo-francesa, la más poderosa del planeta, aquel 20 de Noviembre de 1845. Nos mojamos las patas en la fuente para liberar a Perón y parir el peronismo un 17 de Octubre. Las Madres se pusieron un pañal en la cabeza para buscar a sus hijos desaparecidos. Eran metáforas liberadoras. En cambio ahora prevalecen las metáforas de la decadencia. Por ejemplo: se taparon las cloacas de los tribunales de Comodoro Py y el olor fecal inunda todo el edificio, sus cortinados, sus sillones, los despachos de los señores jueces, sus expedientes, sus corbatas, sus pantalones.
Habrá que ponerse el bastón de mariscal en la mochila y salir a campo abierto a sembrar conciencia, a informar con la verdad, a sacar las máscaras de los saqueadores de nuestro patrimonio cultural, político, económico y social. Hay que articular las luchas de las filas más coherentes del movimiento obrero y los movimientos sociales, con la batalla de ideas a través de las redes y el periodismo que hace honor a Rodolfo Walsh. Porque aunque nos cueste admitir, mucha gente sí gusta de comer vidrio. Son unos fenómenos para recibir gustosos la papilla que les sirven desde los medios dominantes.
La única partera de la sociedad es la movilización popular. No es la violencia, ni las mentiras que trafican los medios hegemónicos, ni los aprietes de la potencia del norte, ni las patrullas perdidas del infantilismo ideológico.
La vida nos enseñó que nada ni nadie, por iluminado que se crea, puede reemplazar al pueblo como categoría política. En un año electoral donde se juega la suerte de esa añeja e inconclusa disputa entre el destino de ser patria o ser colonia, es esencial reafirmar algunos conceptos que ayuden a comprender mejor el tiempo histórico que vivimos. Será mucha la épica y la mística que se necesitará para remontar esta cuesta. No alcanza con la caída vertical de Macri en las encuestas. Ni con el avance sostenido de Cristina.
O nos despertamos todos o nos duermen a todos para siempre.
Creemos que es mejor estar con los ojos bien abiertos. Sobre todo si te declaran la guerra. Como Larreta y Vidal declararon a los maestros, por ejemplo.
Que así sea.