
Ya está. Ya juró la Presidenta, ya juraron y asumieron los ministros y los secretarios de Estado, los diputados, los senadores y los comuneros.
Ya está. Ya pasó al olvido Cobos y los que se rasgaban las vestiduras con las “instituciones de la república” mostraron nuevamente sus miserias y su desprecio por esta democracia que el proyecto nacional y popular recuperó para grandeza del pueblo y la nación.
De esa mediocridad opositora no habrá que esperar fulgores democráticos. No están a la altura de las circunstancias de la historia y sus asuntos.
Ya está. Ya el pueblo recuperó las calles y la Plaza defendiendo la alegría.
Y aquí me quedo un rato.
Aquellos hombres y mujeres que cubrieron el ancho de la Avenida de Mayo, la que va de Congreso hasta Plaza de Mayo, aquellos que pudieron ingresar al recinto del Congreso y al Museo del Bicentenario, aquellos que miraban y lloraban y aplaudían y cantaban cuando alguien avisaba “ahí viene Cristina”, aquellos que se reencontraban después de mucho tiempo en un abrazo interminable y con la frase a flor de labio “pero mira dónde te vengo a encontrar” y el otro y otra que le dice “¿Y dónde iba a ser sino aquí?”…aquellos que entonaban “madres de la plaza, el pueblo las abraza” y las madres que agitaban sus manitas con ese gesto de amor que es una marca argentina, aquellos que mojaban sus pies en la fuente de la Plaza y resguardaban a sus niños de ese sol más peronista que nunca, o más kirchnerista si prefiere un término más abarcador, aquellos que miraban desde su casa, desde una confitería o desde una pantalla gigante en uno de los cientos de actos de La Quiaca a Tierra del Fuego y vieron las lágrimas de la Presidenta una y otra vez y lloraban con ella a distancia y que cuando juró Oscar Parrilli y Cristina lo llamó “el otro arquitecto del Bicentenario junto a mí” supo que ese era el hombre que los hizo tan felices en aquel histórico Mayo del 2010, en ese Paseo azul y blanco, cuando aún estábamos todos, es decir, cuando aún estaba Néstor, el flaco que batía palmas y reía melancólicamente como despidiéndose, aquellos que replicaron en millones el llanto de Alicia Kirchner y Cristina en el juramento…aquellos hombres y mujeres, los hijos olvidados de la tierra, también sentían que asumían el gobierno y disputaban alegres y protagonistas el nuevo rumbo de la historia.
El kirchnerismo es el hecho maldito del país corporativo.
Asumirlo así, enamora a una generación y a dos y a tres también. Por eso miles de jóvenes en las calles vivaban a Cristina.
La rebeldía, cuando abunda, junta pueblo y gobernantes en un clima de alegría que sólo calza con su porte.
Pasó este 10 de diciembre. El día que asumimos todos.
El Argentino, lunes 12 de diciembre de 2011
TENEMOS PATRIA...eso es lo que les duele tanto a los antipatria. Saludos
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