viernes, 8 de julio de 2016

Repliegue y Reconstrucción: El jarrón roto

Ha llegado el momento de recrear una fuerza que, como el fuego, crezca desde el pie. La memoria del país que fuimos y seremos, será la amalgama imprescindible para volverlo posible y duradero.  Si insistimos en reconstruir el campo popular con las mismas consignas, y lo que es peor, con los mismos  burócratas y oportunistas que formaron parte del núcleo dirigencial de la política de la última década, estaremos en el horno de la historia por mucho tiempo.

Por Jorge Giles*
(para La Tecl@ Eñe)




El jarrón que nos pertenecía, siguiendo la metáfora recreada por Álvaro García Linera, yace al pie de nuestros sueños y desvelos, roto en varios pedazos. Quizá no fue tanto el poder del piedrazo neoliberal que acertó sobre su objetivo, sino la debilidad intrínseca de la contextura y el contenido del jarrón, en tanto símbolo de la categoría nación-pueblo. Hemos fallado una vez más en el eterno intento de reconstruir la Patria Grande y una sociedad inclusiva y más justa en la Argentina y en toda la región. No está muerto quien pelea, pero antes, hay que hacerse cargo de la realidad y no negarla. Los victoriosos de ayer, somos los derrotados de hoy. Como la rueda de la historia continúa, de nosotros, pueblo, dependerá que volvamos victoriosos nuevamente el día menos pensado. 
Claro que pasará mucho tiempo hasta volver a construir un nuevo proyecto liberador que desate los tientos con que hoy los poderosos volvieron a amarrar al pueblo trabajador. Ello será posible si nos hacemos cargo que no será reconstruyendo el mismo jarrón del que supimos beber hasta la noche del 9 de diciembre de 2015, sino construyendo uno nuevo, que se asiente en la memoria de aquel otro, para volverlo más fuerte, más compacto, más consciente y más duradero en su próxima versión.  
Una cosa deberá quedar claro como requisito indispensable para cualquier análisis que se precie de serio: nada, pero nada de nada de bueno habrá que esperar para los intereses del pueblo y la nación argentina por parte del neoliberalismo gobernante y sus cómplices de turno. Los poderosos que hoy gobiernan son voraces depredadores por naturaleza. Cuanta más fortuna tienen, más fortuna quieren. Si por ellos fuera, no saciarán su apetito  hasta devorarse la última expresión de vida que le quede al proyecto nacional y popular. Barren con las ollas y los platos de comida y al mismo tiempo barren con los símbolos más representativos de nuestra memoria fértil.
Nos interesa adentrarnos, por doloroso que fuere, en un camino que nos lleve a pensar y repensar las tareas que la hora exige. De los adversarios y los enemigos lo sabemos casi todo. De nosotros mismos, siempre sabemos a medias. El enemigo es implacable cuando gobierna, nosotros, en cambio, pecamos a menudo de inocentes y dubitativos en circunstancias semejantes.
Si insistimos en reconstruir el campo popular con las mismas taras, las mismas mañas, las mismas consignas y lo que es peor, con los mismos  burócratas y oportunistas que formaron parte del núcleo dirigencial de la política de la última década, estaremos en el horno de la historia por muchísimo tiempo.
Partamos por definir esta etapa como una etapa de repliegue popular que sirve para reordenar las fuerzas que más temprano que tarde apuren la vuelta por la vías democráticas del pueblo al gobierno y al poder. No se puede seguir trabajando, pensando y militando como si el escenario no cambió en nada, más que en el ocupante bailarín de los balcones de la Casa Rosada. Tenemos que hacer un control de daños luego de la brutal ofensiva contra los sectores medios y los más humildes de la sociedad que ese bailarín está ocasionando maliciosamente. Tenemos que advertir la degradación nacional que irá acrecentándose luego del pago a los fondos buitres,  el blanqueo de capitales fugados y la naturalización del delito con los “Panamá Papers”.
El llanto o la queja de los ámbitos palaciegos no mueven el amperímetro de la historia. Sólo la presencia vital en el territorio de la política hará posible la construcción de las nuevas expresiones que nos representen. En todos los ámbitos posibles y necesarios.
Esta es la mayor interpelación que nos debemos a nosotros mismos. No hay mesías, no hay vanguardias iluminadas, no hay liderazgos salvadores para esperar el milagro. Porque el milagro, si es que lo hay, anida entre nosotros. Principalmente en los militantes que levantan sus banderas aun en la aparente y ocasional desesperanza al que nos arrastra el acoso del poder dominante. 
Hay que volver a creer en nuestras propias fuerzas y en nuestras convicciones y en nuestra propia voluntad de cambio. Para eso, y en este marco de análisis, hay que resaltar con letras de molde que el peligro mayor está en el espíritu sectario que sólo sirve, como el miedo, para perderlo todo. Sin unidad del campo popular no hay salvación posible.
Por ejemplo y para empezar:  
¿Es posible pensar en la fusión orgánica y fraterna de todas aquellas expresiones que se identifican como kirchneristas? ¿Es posible impulsar  que toda la militancia salga de sus esquinas partidarias para trabajar codo a codo con la vecindad en estado de riesgo de extinción por los tarifazos? ¿Es posible desterrar la soberbia burocratizada de los que se creen portadores de todas las llaves, de todas las cerraduras y de todas las puertas que al abrirse nos lleven mágicamente al trole que hay que tomar sin errar la parada? ¿Es posible crear las bases de un frente ciudadano que se enraíce en la lucha cotidiana de la sociedad contra el neoliberalismo y no en la sumatoria de sellos partidarios? 
Sí y solamente sí, sería la respuesta correcta; o al menos deseable.  
Los detractores del kirchnerismo decían que tendría corta vida porque nació “de arriba hacia abajo”.
Ha llegado el momento que el pueblo vuelva a recrear una fuerza que, como el fuego, crezca desde el pie. La memoria del país que fuimos y seremos será la amalgama imprescindible para volverlo posible y duradero.
En el estribo: 

Hoy estamos todos inhibidos de los bienes que por derecho propio nos corresponden; el pueblo y su única líder y conductora, Cristina Fernández de Kirchner. Y quizá Cristina vino a decirnos justamente esto y para señalar, digna e inteligentemente, que para recuperar los derechos conculcados, esta es la hora de los pueblos, no de los dirigentes salvadores.  

Buenos Aires, 6 de julio de 2016

*Periodista y poeta