sábado, 23 de enero de 2016

El Museo Malvinas como metáfora del pueblo.





El Museo Malvinas fue concebido, desde su origen, como un barco navegando y en permanente construcción. No fue nunca un barco amarrado y quieto, sino una plataforma donde pudimos combinar armoniosamente debates sobre la Causa Malvinas, fiestas patrias escolares, danza, teatro, música y hasta guías que de pronto se transformaban en actores maravillosos que representaban al Gaucho Rivero, a Malvina Vernet y otros personajes de la historia.
Pero ese era el Museo Malvinas en un país inclusivo, un país soberano, un país donde se respetaba el derecho a la información y la libertad de expresión.
Con el cambio antagónico de proyecto de país, elecciones mediante, todo lo popular se ha puesto nuevamente en riesgo. Y este Museo, que es el museo de las cosas vivas de nuestra historia, corre el mismo riesgo que el salario y el empleo de los trabajadores, el poder adquisitivo de la AUH, el destino de la educación, la salud y la cultura.
Así son las cosas mi amor.
Hoy es la tripulación de guías, técnicos y administrativos los que evitan que el Museo naufrague. Con la dirección acéfala el Museo mantiene su rumbo gracias al timón de sus trabajadores. Ojala lo pudieran seguir haciendo en el futuro. Nombren a quien nombren, confiamos en que así será. Cual si fuera una metáfora de su pueblo, debería mantenerse con la proa firme tras algunas coordenadas imprescindibles para estos tiempos que corren: no aislarse de la sociedad, no achicarse en su densidad y no fragmentarse ni dividirse internamente.
El contexto dominante que plantea la derecha gobernante obliga a la unidad y la organización popular; pero ojo, también es fuente de oportunismos, travestismos y toda la miseria humana que suele dispararse en épocas de encrucijadas históricas. Habrá que estar atentos.
Bastaron unos pocos días para observar que el triunfo electoral de Mauricio Macri era la ocasión que aguardaban las clases dominantes y el poder financiero neoliberal, para dar el zarpazo más veloz y anti popular de la revancha oligárquica del que tengamos memoria.
No hubo “gradualismo”, como ilusamente algunos esperaban. Es que la derecha que gobierna no es producto de una derecha republicana y democrática, cuidadosa de las formas civilizadas, sino es la más fiel expresión ideológica de la cría que dejó el neoliberalismo más autoritario.
Acostumbrados como estaban en llegar al gobierno exclusivamente por vías violentas, esta vez se adaptaron a las circunstancias históricas, aceptaron las reglas de la democracia, formaron un partido, el “PRO”, constituyeron una nueva alianza con el radicalismo, “CAMBIEMOS”, fueron a elecciones y…ganaron.
En este marco se produjo esta feroz redistribución del ingreso, sólo experimentada en tiempos de dictaduras. Los trabajadores y los sectores populares fueron saqueados en la primera semana de la presidencia Macri, transfiriendo el 50 % de su poder adquisitivo a las arcas de los sojeros, de los grandes bancos locales y extranjeros, de los exportadores, de los especuladores financieros.
Sólo falta que emitan un billete de $ 500 con los rostros de Martínez de Hoz y Cavallo para completar la pesadilla.
No es tiempo de llorar sobre nuestras derrotas. Es tiempo de caracterizar correctamente la etapa que iniciamos y la naturaleza oligárquica del gobierno. Vienen por nuestros salarios, por nuestras jubilaciones, por nuestra soberanía, por nuestras libertades.
No somos pocos; somos la mitad de la sociedad y somos esa Plaza de Mayo del 9 de Diciembre saludando a Cristina, jurándose volver.
Sólo habrá que saber administrar correctamente las fuerzas y las energías populares.
La lucha recién empieza.

Nota publicada en el último número de la revista de Madres de Plaza de Mayo

viernes, 15 de enero de 2016

La demoledora




Estamos convencidos que el gobierno de Macri tiene como principal y casi único objetivo demoler una por una todas las paredes que construimos en estos doce años últimos con la conducción y liderazgos de Néstor y Cristina.
Ayer fue la “libertadora”; hoy, la demoledora.
Ojo. No es una obviedad lo que decimos. Es todo un tema para analizar. Superlativo diríamos. Porque no es lo mismo decir esto, que afirmar que el gobierno de derecha vino a competir con el kirchnerismo por el “mercado electoral”, por las simpatías populares y por el voto de las mayorías y permanecer dos, tres o cuatro mandatos más ganando alegremente elección tras elección. No. Vino a romper rápidamente todo lo que acumulamos socialmente con un Estado que supo reinventar la democracia inclusiva como no se hacía desde los tiempos de Perón y Evita.
No les interesa ser convincentes ni decir frases y discursos épicos que confronten con los de Cristina, por ejemplo. No les interesa inaugurar 3 mil kilómetros de ruta en lugar de los tramos de 300 km de tiempos kirchneristas. Con 3 km está bien. Alcanza y sobra. Aunque nosotros nos burlemos.
No les interesa llenar cinco Plazas de Mayo con el doble de asistencia de las nuestras.
No les interesa mantener el Programa Verdad y Justicia que asiste y garantiza los juicios contra los genocidas de la última dictadura.
No les interesa tener a Víctor Hugo Morales y a “678” y a Barragán y a Caballero en el aire y oponerles otras 100 voces potentes que sean bien de derecha y si les fuera posible, más potentes inclusos que los nombrados.
No.
Insistimos: sólo les interesa romper rápidamente todo lo construido en estos años.
La derecha siempre aborreció la verdad y la belleza, por eso desprecian la vida.
Y por eso apelan a la mentira burda de hablar de un “estado vacío” lleno de “grasa militante” sin explicarnos cómo fue posible, entonces, que ese tal “estado vacío de contenido” haya construido en 12 años lo que jamás se construyó en 200 años de historia nacional.
Nos sobran los motivos, los argumentos y las razones para demostrarlo.
Un “estado vacío” no construye 20 vacunas para nuestros pibes, ni la AUH, ni Aerolíneas Argentinas, ni ARSAT, ni 6 millones de nuevos empleos, ni 2.500 nuevas escuelas, ni 20 nuevas Universidades nacionales, ni Ley de movilidad jubilatoria, ni YPF, ni Ley de Medios, ni paseos turísticos colmados de gente, ni nada de nada.
Es más que evidente que en la Casa de Gobierno los CEO de las multinacionales más poderosas del mundo no se afincaron para “construir un país mejor para los argentinos”. Ellos son simple y brutalmente los demoledores. Son los que vinieron a culminar dramática y “democráticamente” la obra iniciada por Videla, Massera y Martínez de Hoz en el sentido de no dejar en pie ni un ladrillo que no sea funcional a las clases dominantes.
Esto plantea un problema al campo popular: no se está ante un gobierno que respeta los códigos de la democracia (como siempre los respetó y respetará el campo popular) y no se está ante un partido gobernante que desafía a presentar en sociedad una “oferta” política electoral superadora. Se está ante un gobierno autoritario que en su ADN tiene los rasgos socio-económicos y culturales indelebles de las dictaduras, particularmente de la “revolución libertadora” de 1955 y del “proceso de reorganización nacional” de 1976.
¿Y entonces qué hacemos?
Está claro que a la gobernabilidad democrática y sus calendarios y al respeto a las instituciones de la República, los militantes populares van a respetar y a defender a rajatabla. Mucha sangre y sacrificio nos costó construir esta democracia para no cuidarla. Nos costó la vida de Néstor Kirchner, por si algún traidor desmemoriado lo olvidó.
Pero el problema estriba en que frente a nosotros no hay un ejército de constructores que edifican vigorosamente un estado distinto, un proyecto de país distinto, un modelo económico distinto al que alcanzaría con enfrentar con mejores argumentos que los que ellos utilizan. Frente a nosotros sólo están los demoledores liberales-fascistas-neoliberales.
Y ante ellos, como ante la dictadura, sólo queda organizar eficazmente una resistencia pacífica que al mismo tiempo que detenga la maquinaria demoledora, sepa construir la próxima victoria y después otra y otra hasta reconstruir y consolidar un país donde quepamos todos. Y todas.
Habrá que ser muy amplios, generosos, muy inteligentes y muy audaces en nuestra propia construcción colectiva para enfrentarlos con éxito y poder volver así, más temprano que tarde, a lograr que reine en el pueblo, el amor y la igualdad que perdimos momentáneamente el pasado 10 de diciembre de 2015. Porque sepamos que ahora vendrán por demoler la idea, el pensamiento, la imagen, la cultura, el modelo de país que plantó en estos años el kirchnerismo.
Amplios y generosos pero sin que nadie se confunda: los dolores de la derrota popular, de los despidos masivos, de las perdigonadas de balas en la espalda, del salario que flaquea, del pan que falta en la mesa, del desprecio humillante de estos días, sabrán imponer derecho de admisión para engrosar las filas populares.
O sea.
Los colaboracionistas del gobierno del ajuste y de la demolición, abstenerse.